Desde el sábado que estamos viviendo unos momentos muy intensos. Todos los israelíes entramos en shock con las imágenes de la incursión de Hamas al sur de Israel y del comienzo de una de las masacres más salvajes de la historia de Israel y del pueblo judío.

Habíamos empezado el día con la alegría de la fiesta de Simjat Torá, sin mucha información hasta pasado el mediodía cuando empezamos a ver autos movilizarse en nuestro barrio, que al ser un barrio religioso en Shabat no circulan vehículos, eran soldados que eran llamados al frente de batalla, a la tarde vimos a un soldado despedirse de su mujer con lágrimas en los ojos.

De todas formas, no teníamos idea de la magnitud de lo que estaba pasando hasta que abrimos los celulares al culminar Shabat y ahí la mezcla de shock, angustia e impotencia llegó como una oleada de agua helada.

Dos familias del sur de la ciudad de Beer Sheva se estaban hospedando en nuestro Beit Jabad, y una del norte de la ciudad de Tzfat. Los el Sur decidieron volver enseguida a sus hogares, a pesar de las amenazas de bombardeos y la familia de Tzfat se quedó dos días más, hasta el martes por la mañana.

Mi primera reacción fue trabar las puertas con maderas y muebles, ya que aún había terroristas deambulando en territorio israelí, no era posible saber si habían llegado al norte de Israel, otra cuestión de preocupación era el tema del bunker antibombas, ya que muchos edificios antiguos no tienen protección antibombas y nosotros vivimos en uno de esos edificios.

Buscamos el bunker público más cercano, e incluso el domingo por la mañana hicimos un intento de ver cuánto nos tardaría llegar corriendo con los chicos, supuestamente tenemos margen de un minuto para llegar, pero no hacíamos a tiempo.

Por este motivo mi esposa decidió ir a dormir con los chicos a la casa de una amiga que tiene la habitación protegida, a los chicos les dijimos que era una pijamada y como tienen un perrito de mascota lo tomaron con mucha alegría.

Durante el lunes y martes tratamos de mantener la calma, y conservar una rutina lo más tranquila posible, pero el silencio en las calles era muy sorprendente, los israelíes en general son siempre alegres y ruidosos, pero ahora solo había silencio, murmullos y cabezas gachas.

Hasta hoy miércoles, que sonó la primera alarma desde el norte cerca de las 7 de la tarde y salimos corriendo al refugio, cuando llegamos nos enteramos que había sido una falsa alarma, pero el estrés y el temor en los chicos fue muy duro, incluso llegaron alertas de quedarse en las casas, apagar las luces, por la sospecha de una posible entrada de terroristas armadas en drones o ala deltas, que también se desmintió enseguida.

En estos momentos escribo desde la casa de unos amigos, seguimos con incertidumbre, pero sabemos que hay que pasarlo y que eventualmente vamos a estar bien junto al resto del pueblo judío.

AM ISRAEL JAI