Al principio, su padre o madre lo sostenían de su mano en suyo y lo paseaban por el cuarto. Entonces, un día, alguno de ellos se acuclilló frente a usted, todavía sosteniendo sus manos. De repente, dieron medio pasito atrás, lo soltaron y lo "dejaron a su propio equilibrio".
Entonces corrió a prisa a sus padres. Quizás aterrizó en sus brazos, quizás cayó de bruces. En cualquier de los dos casos, usted nunca sintió ese abrazo, porque desde el principio sus brazos lo rodeaban, pero a centímetros de su cuerpo, preparado permitirle caerse, pero también preparado para evitar o suavizar su caída si fuera realmente necesario.
Pero usted no notó esos brazos abrazando probablemente. ¿Cómo podría notarlos, cuando cada músculo en su cuerpo diminuto y cada célula en su pequeño cerebro se concentraban en el esfuerzo de poner un pie después de otro y localizar a su padre?
¿Quién no ha experimentado esta angustia, esta sensación de desvalidez en su vida? ¿Quién no se ha sentido abandonado por Di-s, sin in propósito en un mundo hostil? Pero Di-s, dice el maestro jasídico Rabí Israel Baal Shem Tov, sólo está actuando como un padre benévolo que le enseña a su hijo a caminar. Nunca nos fuimos de Su abrazo, sin embargo, a veces, no notamos Sus brazos extendidos. De hecho, ¿cómo podemos hacer -consumidos por la tarea desalentadora de poner un pie humano detrás de otro-, para lograr el objetivo y llegar a Él por nuestra cuenta?
Imagínese a un Moshé desconcertado cuando Di-s le dijo: "Yo no estoy diciéndote qué hacer. Haz lo que tu propio entendimiento te diga".
Di-s ya había hablado muchas, pero muchas veces a Moshé, pero siempre era para decirle qué hacer. Ve al Faraón, Moshé. Dile esto y amenázalo con aquello. Trae las plagas, parte el mar, junta el maná cada mañana—pero recuerda, porción doble en viernes, ninguna en Shabat. Yo Soy Hashem tu Di-s. No tendrás otros dioses delante de Mí. Honra a tu padre y a tu madre. No matarás. No robarás. No cocinarás al cabrito en la leche de su madre. Viaja allí. Acampa aquí...
Y entonces, un día, los hijos de Israel tuvieron esta idea. Permítenos enviar espías, le dijeron a Moshé, para que recorran la tierra de Canaan que Di-s nos ordenó conquistar.
"Di-s no dijo nada sobre enviar espías," dijo Moshé.
"Pero nosotros pensamos que es una buena idea. Pregúntale."
Así que Moshé pregunta, y Di-s le dice: "Yo no estoy diciéndote qué hacer. Haz lo que tu propio entendimiento te diga".
El pueblo de Israel al final envió a esos espías. Su misión fue un fiasco. La entrada de los judíos a la Tierra Santa se retrasó cuarenta años, y todo el curso de historia judía fue alterado.
La nación de dos años de edad estaba empezando a caminar.
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