Es bien sabido por todos que el mandamiento [positivo de creer en la unidad de Di-s] y la advertencia referente a la idolatría —que constituyen los primeros dos mandamientos en el Decálogo: "Yo soy [Di-s...]" y "No tendrás [otros dioses...]"— comprenden toda la Torá. Porque el mandamiento "Yo soy [Di-s]" incluye a todos los 248 preceptos positivos, mientras que el mandamiento "No tendrás [otros dioses]" incluye todos los 365 mandamientos prohibitivos. Es por eso que sólo hemos escuchado estos dos mandamientos —"Yo soy..." y "No tendrás..."— directamente de Di-s, como han dicho nuestros Sabios, porque ellos son la suma total de toda la Torá.
A fin de elucidar esta cuestión con claridad, debemos hablar primero brevemente de la idea y esencia de la unidad de Di-s, Quien es llamado "Uno y Unico". Todos creen que El es Uno Solo, [ahora, después de la Creación,] exactamente como lo era antes de que el mundo fuera creado, como está escrito: "Tú eres Aquel que eras antes de que el mundo fuera creado, y Tú eres Aquel que es desde que el mundo fue creado". Este [énfasis provisto por la frase repetitiva "Tú eres Aquel que eras..."] significa: "[Tú eres exactamente] el mismo 'Aquel' [antes y después de la Creación], sin cambio alguno", como está escrito: "Yo, Di-s, no he cambiado [a partir de la Creación]". Porque este mundo, y del mismo modo todos los mundos superiores, no provocan cambio alguno en Su unidad a causa de haber sido creados a partir de la nada. Tal como Di-s era Uno solo, único y singular, antes de que ellos fueran creados, así El es Uno solo, único y singular, después de que El los creara. Porque todo, ante El, es como nada, como si fuera absolutamente inexistente.
Porque el llamado a ser de los mundos superiores e inferiores, y su vida y su existencia, es decir, aquel [poder] que los sostiene para que no retornen a la nada y a la nulidad como eran antes [de ser creados], no es sino la Palabra de Di-s y el "aliento de Su boca", bendito sea, que está investida en estos [mundos].
Para ilustrar esto a partir del alma de un ser humano: Cuando la persona pronuncia una palabra, esta sola palabra es como si fuera absolutamente nada incluso de compararse únicamente con su alma articulada como un todo, que es la "vestimenta" media del alma, o sea, su facultad del habla, dado que esta facultad puede producir una cantidad infinita de palabras. Luego, con más razón, [esta palabra no tiene valor] cuando se la compara con la "vestimenta" más interior del alma, o sea, su facultad de pensamiento, que es la fuente de las palabras y su fuerza de vida y demás está decir [que es como nada] cuando se la compara con la esencia y ser del alma, siendo estos sus diez atributos mencionados antes: jojmá, biná, dáat, etc., de los que se derivan las "letras" del pensamiento que están investidas en la palabra [de esta persona] cuando es expresada. Porque también el pensamiento consiste de letras, como la palabra, sólo que las letras del pensamiento son más espirituales y refinadas.
Pero los diez atributos —jojmá, biná, dáat, etc.— son la raíz y la fuente del pensamiento y, antes de investirse en la vestimenta del pensamiento, todavía no tienen el elemento de las letras. Por ejemplo, cuando un hombre [repentinamente] toma conciencia en su corazón de un determinado amor o deseo, antes de que éste se eleve del corazón al cerebro para meditar y recapacitar acerca de él todavía no ha adquirido el elemento de letras; se trata sólo de un deseo puro y un anhelo del corazón por el objeto de su afecto. Con más razón es así antes de haber comenzado a sentir en su corazón un anhelo y deseo por esa cosa, cuando [este sentimiento] aún estaba restringido al plano de su intelecto (jojmá), entendimiento [relacionado con biná] y comprensión (dáat), es decir, que para él era cosa sabida que aquello era deseable y gratificante, algo bueno y placentero de lograr y de apegarse a ello —como ser por ejemplo, estudiar una cierta disciplina o comer cierta exquisitez—. Sólo después de que el deseo y anhelo han descendido a su corazón [convirtiéndose en emociones] por el estímulo de su sabiduría, entendimiento y comprensión, y sólo después de haber ascendido nuevamente del corazón al cerebro para pensar y meditar cómo implementar su deseo en la práctica, obtener esa comida o estudiar ese tema concretamente, es únicamente llegado a este punto, [al aplicar el pensamiento para implementar los deseos,] que nacen "letras" en la mente de la persona, letras que son según el idioma que cada una de las naciones emplea al hablar y al pensar acerca de todo el mundo.
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