A la luz de todo lo que se ha dicho previamente, se comprenderá mejor y será elucidada más plena y claramente la declaración del Zohar que "La Torá y Di-s son totalmente uno", y el comentario de Tikunéi Zohar que "Los 248 mandamientos son los 248 'órganos' del Rey [Divino]".
Porque las mitzvot constituyen la Voluntad más interior de Di-s y Su verdadero deseo, investido en todos los mundos superiores e inferiores, dándoles vida de esta manera. La vida misma y el sustento de todos los mundos depende del cumplimiento de las mitzvot por parte de las criaturas de los mundos inferiores, como se sabe.
Resulta, entonces, que la ejecución y el cumplimiento de las mitzvot es la vestimenta más interior para el más interior aspecto de la Voluntad de Di-s, ya que es debido a este cumplimiento [de las mitzvot] que la luz y la vida de los mundos brota de la Voluntad Divina para investirse en ellos.
Por eso las mitzvot son descriptas en forma figurativa como "órganos del Rey". Pues tal como los órganos del cuerpo humano son una vestimenta para su alma, y están completa y totalmente sometidos a ella —como se evidencia del hecho de que apenas la persona desea estirar su mano o pie, estos obedecen su voluntad inmediatamente, sin mandato o instrucción a ellos, y sin demora, sino que [obedecen] en el preciso instante en que se ha suscitado su voluntad [de hacerlo]—, así también la fuerza vital que anima la ejecución y el cumplimiento de los mandamientos está completamente sometida a la Voluntad Divina investida en ella y [esta fuerza vital] se vuelve, [para la Voluntad Divina,] como un cuerpo para el alma.
Del mismo modo, la vestimenta externa del Alma Divina de la persona que cumple y practica el mandamiento —es decir, su facultad de acción—, se inviste en la vitalidad de la ejecución de la mitzvá, y así también, en consecuencia, se vuelve como un cuerpo para el alma en relación con la Voluntad Divina y está totalmente sometida a la Voluntad Divina. De esta manera, aquellos órganos del cuerpo humano que cumplen la mitzvá —es decir, aquellos órganos en los cuales la facultad de acción del Alma Divina está investida durante la ejecución y el cumplimiento de la mitzvá—, también ellos se transforman en una verdadera "carroza" (vehículo) para la Voluntad Divina. Por ejemplo, la mano que distribuye caridad a los pobres, o cumple con otro mandamiento [se vuelve, en el acto de cumplir la mitzvá, un vehículo de la Voluntad Divina]. Similarmente, los pies que caminan con el fin de cumplir una mitzvá, o la boca y la lengua que hablan palabras de Torá, o el cerebro meditando en [cosas de] la Torá o del temor al Cielo, o acerca de la grandeza de Di-s, bendito sea. Esto es lo que [han querido decir] los Sabios [cuando] expresaron que "Los Patriarcas son verdaderamente la carroza [Divina], porque todos sus órganos eran completamente sagrados y estaban apartados de los asuntos mundanos, y durante todas sus vidas no sirvieron de vehículo [a ninguna otra cosa] sino a la Voluntad Divina exclusivamente.
Pero el pensamiento y la meditación en las palabras de Torá, que se logra en el cerebro, y el poder del habla [ocupado] en las palabras de Torá, que está en la boca —que son las vestimentas más interiores del Alma Divina —, y con más razón el Alma Divina misma que está investida en ellos, todos se fusionan realmente en perfecta unión con la Voluntad Divina, y no son meramente un vehículo, una "carroza" para ella [como lo son la boca y el cerebro en que tiene lugar el habla y el pensamiento del estudio de la Torá]. [¿Por qué tiene la Torá la capacidad de producir este nivel de unión?] Porque la Voluntad Divina es exactamente ese tema de la halajá del cual uno piensa y habla, en cuanto todas las leyes de la halajá son expresiones particulares de la más interior Voluntad Divina misma; porque Di-s, bendito sea, así lo quiso: que esta cosa [determinada] sea permisible o kasher, o que [este individuo] sea exonerado y [aquel otro declarado] inocente, o a la inversa. Análogamente, todas las combinaciones de letras del Pentateuco (Torá), los Profetas (Neviím) y las Sagradas Escrituras (Ketuvím) también son la expresión de la Voluntad y la sabiduría de Di-s que están unidas al bendito Ein Sof en una unión perfecta — ya que El es el Conocedor, el Conocimiento [y lo Conocido]. Esto es lo que se quiere decir con la declaración de que "La Torá y Di-s son absolutamente uno" — no son meramente "órganos" del Rey, como lo son las mitzvot.
Ahora bien, puesto que la Voluntad Divina, que está en perfecta unión con [Di-s Mismo,] el bendito Ein Sof, está totalmente revelada en el Alma Divina y en sus vestimentas interiores —es decir, su pensamiento y su palabra— mientras que la persona se ocupa con las palabras de la Torá, y no hay absolutamente nada que oscurezca la Voluntad Divina en ese momento, resulta que en ese momento el alma y estas vestimentas [de pensamiento y palabra] también están verdaderamente unidas a Di-s, en una unión comparable a la que hay entre la palabra y el pensamiento de Di-s con Su esencia y ser, como se explicara antes, porque nada está separado de Di-s, a menos que Su Semblante se oculte, como se dijera. Lo que es más, su unidad está aún más exaltada y es más poderosa que la unidad de la luz infinita de Di-s con los mundos [espirituales] superiores. Porque la Voluntad Suprema se manifiesta realmente en el alma y en sus vestimentas dedicadas al estudio de la Torá, ya que [la Voluntad Divina] es, ella misma, la Torá. Todos los mundos reciben su vitalidad por medio de la luz y la vida derivada de la Torá que es la Voluntad y la sabiduría de Di-s, bendito sea, como está escrito: "Con Tu sabiduría Tú los has hecho a todos". Entonces, [se deduce que] la sabiduría de Di-s, es decir la Torá, los trasciende a todos [ya que es su fuente]. Efectivamente, [la Torá], que es la Voluntad de Di-s, es descripta como que "abarca" todos los mundos, queriendo decir que está en un nivel que no puede investirse dentro de los mundos, sino que más bien los anima y los ilumina [como si fuera a distancia, desde arriba,] de un modo que los trasciende y los "abarca", y es éste [nivel, el que trasciende los mundos,] el que está investido de un modo totalmente revelado en el alma y en sus vestimentas cuando [la persona] se dedica al estudio de la Torá, a pesar de que no lo ve. [En efecto, éste es precisamente el motivo por el cual puede soportar [semejante unión con Di-s]: precisamente porque no la puede sentir, a diferencia de los mundos superiores].
Esto explica por qué el estudio de la Torá es de una virtud más elevada que la de los demás mandamientos, inclusive el de la plegaria, que provoca unidad dentro de los mundos superiores. [Aunque la ley requiere de la persona cuya dedicación absoluta no es el estudio de la Torá que interrumpa su estudio para rezar, esto se debe únicamente a que de todos modos haría una pausa y lo interrumpiría].
De esto, el hombre sabio podrá producir para sí un [sentimiento de] gran temor [a Di-s] mientras se dedica al estudio de la Torá, cuando considere de qué manera su alma y sus "vestimentas" [de pensamiento y palabra] que están en su cerebro y en su boca se fusionan realmente en una unión perfecta con la Voluntad Suprema y la luz [Infinita] del Ein Sof que se manifiesta en ellos, que [es de un nivel tan excelso que] todos los mundos superiores e inferiores son verdaderamente como la nada en comparación con ella; son, realmente, tan nada, que sólo pueden soportar un leve resplandor de ella que se inviste en ellos sin que se anule totalmente su identidad. Su principal fuerza vital que reciben de ella, sin embargo, no está investida dentro de ellos, sino que los anima desde el exterior, por así decirlo, de un modo trascendente y abarcante.
Este es el significado del versículo "Y Di-s nos ordenó [cumplir] todos estos estatutos, a fin de temer a Di-s" [y fue respecto de este gran temor que nuestros Sabios han dicho: "Si no hay sabiduría no hay temor". En [relación con] este nivel de temor, la Torá es llamada "una entrada para la casa", como se explica en otra parte]. Sin embargo, no toda mente puede soportar un temor tal. No obstante, incluso aquel cuya mente no puede soportar un temor tal, ni siquiera una pequeña fracción del mismo, porque la raíz y la fuente de su alma se deriva de un nivel inferior —las gradaciones inferiores de las Diez Sefirot del Mundo de Asiá—, este temor no debe desanimarlo en el estudio de la Torá y el cumplimiento práctico de las mitzvot, como se explicará más adelante.
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