Y de [lo dicho hasta] aquí [puede deducirse] la respuesta a los herejes, y queda expuesta la raíz del error de aquellos que [son considerados herejes no porque nieguen que Di-s hubiera creado el mundo, sino porque] niegan la Providencia Divina individual y las señales y milagros registrados en la Torá. Ellos yerran en su falsa analogía, al comparar la obra de Di-s, el Creador del cielo y la tierra, con la obra del hombre y sus maquinaciones. Pues cuando un orfebre ha acabado un recipiente, ese recipiente no depende más de las manos del orfebre, e incluso cuando sus manos están apartadas de éste y él prosigue su camino, el recipiente perdura exactamente con la misma imagen y forma que cuando abandonó las manos del orfebre. Del mismo modo conciben estos necios la creación del cielo y la tierra. Mas sus ojos se hallan cubiertos, de modo que no ven la gran diferencia entre la obra del hombre y sus maquinaciones —consistentes en [hacer una cosa] existente a partir de [otra] existente [de antemano], cambiando meramente la forma y apariencia, [por ejemplo, la] de un lingote de plata a la de un recipiente— y la creación del cielo y la tierra, que es la creación de algo a partir de la nada. Este es un milagro [incluso] más grande, por ejemplo, que la partición del Iam Suf, pues entonces Di-s hizo retroceder al mar por medio de un poderoso viento del este [que sopló] toda la noche y las aguas fueron divididas, y [no sólo dejaron de fluir sino que] se alzaron erectas como un muro. Si Di-s hubiera interrumpido el viento, las aguas hubieran vuelto a fluir hacia abajo al instante, como les es usual y natural y, sin lugar a dudas, no se hubieran alzado en alto como muro, pese a que esta naturaleza del agua [de fluir en caída] también es innovadamente creada a partir de la nada, pues un muro de piedra se alza erguido por sí mismo sin [la asistencia de] el viento, pero la naturaleza del agua no es tal.
Cuánto más entonces es así en la creación de algo a partir de la nada —cosa que trasciende la naturaleza y es mucho más milagrosa que la partición del Iam Suf—, que seguro que con el retiro del poder del Creador de [dentro de] la cosa creada, Di-s libre, el ser creado volvería a la nada y más absoluta noexistencia. Más bien, la fuerza activadora del Creador debe estar continuamente en la cosa creada para darle vida y existencia. [Fuerzas activadoras como ésta] son las mismísimas letras del habla de las Diez Aserciones con las cuales [todos los seres] fueron creados. Es respecto de esto que fue dicho [en el versículo:] "Y Tú (atá/אתה ) das vida (mejaié/מחיה) a todos ellos". No leas mejaié, "das vida", sino mehavé/מהוה, "traes a la existencia", o sea, a partir de la nada. La palabra atá/אתה, "Tú", indica todas las letras [del alfabeto hebreo] desde la [primera, la] alef (א) hasta la [última, la] tav (ת), y la hei (ה) [de esa misma palabra] alude a los cinco órganos de la articulación verbal, que son la fuente de las letras. Y aunque El no tiene imagen corpórea, con todo, las Escrituras mismas dicen explícitamente [respecto de Di-s] "Di-s habló" o "Di-s dijo", [es decir, empleando términos humanos,] y esto, ["Di-s habló" o "Di-s dijo",] es la revelación de las veintidós letras supremas a los Profetas. [Estas] están investidas en el intelecto y la comprensión que se encuentra en su visión profética, y también en el pensamiento y habla de ellos, como está escrito: "El espíritu de Di-s habló dentro de mí, y Su palabra está sobre mi lengua", como lo ha explicado el AríZal (en Shaar HaNevuá). Similar a esto es la investidura de las letras en las cosas creadas, como está escrito: "Con la palabra de Di-s fueron hechos los cielos, y con el aliento de Su boca, todas sus huestes", sólo que [la investidura de las letras en los seres creados] se produce por medio de numerosos y poderosos descensos, hasta que descienden al [Mundo] corpóreo de Asiá, en tanto que la captación de los Profetas es en [el Mundo de] Atzilut tal como éste se inviste en el Mundo de Beriá.
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