Era la mañana del quince de Nisán de 2448. La tierra de Egipto estaba atestada de los muertos y de los expirantes. No todos los primogénitos habían muerto inmediatamente; Hashem distribuyó juicio individual a cada primogénito. Algunos perecieron inmediatamente, otros permanecieron retorciéndose en agonía hasta la mañana, y todavía otros sufrieron de la Plaga por tres días y solo entonces expiraron. No habla una sola casa Egipcia en la cual no hubiera cinco o diez difuntos, porque además del primogénito, Hashem destruyó aquellos depravados Egipcios que se opusieron a la redención de los Benei Israel. No obstante, los egipcios permanecieron con sus muertos, En lugar de ello, todos ellos se apresuraron a Goshen con animales y carretas, implorando a los Benei Israel a partir porque pensaron, "Todos nosotros moriremos pronto."
Antes de su partida los Benei Israel solicitaron a sus vecinos Egipcios oro, plata, y vestimentas porque recordaron bien la orden de Moshé. Moshé les había informado a ellos que Hashem le había dicho a él, "Por favor di al pueblo que cada uno debe pedir su vecino Egipcio oro, plata, y vasijas. Así la promesa que Yo le consagré a su antepasado Abraham de que saldrían fuera de Egipto con grandes riquezas será cumplida."
¿Por qué Hashem formuló su mandamiento a Moshé como una súplica, diciendo a Moshé, "Por favor di al pueblo...?"
La respuesta puede ser comprendida con la ayuda de la siguiente parábola:
Un hombre pasó muchos años de su vida bajo condiciones increíbles en un campamento de trabajo siberiano. Finalmente le fue dicho, "¡Mañana seréis liberado! ¡También recibiréis una fortuna al partir!" "¿pensáis que yo quiero dinero?" el hombre replicó. "Déjenme sólo experimentar el momento cuando sea realmente liberado de este lugar, y me daré prisa y partiré felizmente sin siquiera un centavo."
Por eso, Hashem temía que los Benei Israel, una vez concedidos su libertad, tendrían prisa de huir e ignorarían el precepto de solicitar de los Egipcios dinero. El por consiguiente lo precedió con una súplica especial de que su mandamiento fuera observado.
Al principio, los egipcios intentaron negar que poseyeran cualquier objeto de valor. Sin embargo, los Benei Israel les describieron la ubicación exacta, forma, y cantidad de estas posesiones ya que habían buscado por todas partes de las casas de los Egipcios a fondo durante los días de Oscuridad.
Los Egipcios por lo tanto no sólo les entregaron a ellos las cosas que demandaron, sino que entregaron dos de cada, diciendo, "¡Tomad el doble de cantidad, y sólo váyanse!"
Los Benei Israel vaciaron a Egipto de su riqueza. Ellos estaban legalmente habilitados a todo el dinero que recibieron a causa de la propiedad que dejaban tras de sí tanto también por los doscientos diez años de labor esclava impaga. Era parte del castigo de los egipcios el que fueran forzados regalar sus fortunas a los Benei Israel
Al cocinero principal del palacio real le fue entregada una considerable suma de dinero con la que comprar un pescado para la comida del rey. El retornó con un maloliente pescado en el cual había empleado la suma entera de dinero. Cuando el rey escucho acerca de esto, dijo, "¡Serás castigado por tu negligencia! ¡Escoged entre comer este pescado, pagar por él, o ser azotado con cien azotes!" "Permitidme comer el pescado" replicó el cocinero. Comenzó a masticarlo pero fue tan repulsado por el mal olor que no pudo continuar "Yo preferiría recibir la paliza," dijo. Los soldados del rey lo tomaron y comenzaron a azotarlo. Cuando él sintió el látigo henderse sobre su cuerpo, gritó de dolor. "¡Parad! ¡Prefiero pagar!" Así él pagó el valor total del pescado después de haber probado de él y haber sentido el látigo también.
Similarmente, el Faraón y los Egipcios pagaron caramente por sus crímenes contra los Benei Israel. Primero, plagas fueron infligidas sobre sus cuerpos, y luego por añadidura, tuvieron que reembolsar a los Judíos con oro y plata.
Todo individuo Judío que abandonó Egipto llevó consigo noventa burros cargados con oro, plata y perlas.
Mientras los Benei Israel se ocuparon ellos mismos con la Mitzvá de llevarse la riqueza de Egipto, Moshé estaba comprometido en una mitzvá diferente. El estaba preparando el ataúd de Iosef para llevarlo para ser enterrado en Eretz Israel (como los hijos de Iosef habian prometido hacer). Moshé se esforzó él mismo por tres días intentando localizar el ataúd de Iosef, pero su búsqueda fue infructuosa. Finalmente, él encontró a Seraj bat Asher, una mujer anciana, quien recordaba los eventos en el tiempo de la muerte de Iosef. Ella condujo a Moshé a un cierto paraje junto al Nilo y, señalando al río, le reveló a él, "Los magos del Faraón colocaron el cadáver de Iosef en un ataúd de metal y ¡lo hundieron en el Nilo!"
La razón por la cual los magos del Faraón habían enterrado a losef en el Nilo era su deseo de detener a los judíos para siempre. Ellos dijeron al Faraón, "Los Judíos han prometido a Iosef enterrarlo un Eretz Israel. Si su ataúd fuera ocultado y ellos no pudieran recuperarlo, no podrán nunca partir." Más aún, los astrólogos creían que las aguas del Nilo serían bendecidas por la presencia de los restos de Iosef.
Moshé, parado junto a la orilla del Nilo, llamó, "Iosef, Iosef! Ha llegado el tiempo para que Hashem cumpla Su juramento de redimir a los Benei Israel, y ha llegado el tiempo de cumplir nuestro juramento para con vos. ¡Si tú te presentas nosotros llevaremos tu ataúd, mas si no, estamos absueltos de nuestro juramento!"
Moshé lanzó una placa de metal dentro del río sobre la cual el Nombre Divino había sido grabado. Inmediatamente, el ataúd se puso a flote. *
*Existen varias versiones; de acuerdo con una, Moshé cortó la copa de losef en cuatro partes, grabando en cada parte una imagen diferente- un león, un buey, un águila, y un ser humano. Primero arrojó la lámina con la imagen del buey en el Nilo, llamando, "losef, preséntate," pero el ataúd no apareció. El fue igualmente desafortunado con las imágenes del león y del águila. Sólo cuando lanzó la lámina con el ser humano sobre ella dentro del río y exclamó, "Iosef, la shejiná está esperándote a ti," el ataúd apareció flotando (Midrash Hagadol. Vaiejí).
Otro Midrash añade que la imagen del buey permaneció en la mano de Moshé, y él la entregó a una mujer que más tarde la dio a manos de los fabricantes de la Imagen de oro en el desierto. Cuando ellos lanzaron la lámina con el buey sobre ella dentro del fuego, un becerro emergió (Grunhut, Midrash Shir Hashirim 1:11). Es seguro que estos Midrshim no deben interpretados superficialmente sino son de un profundo significado espiritual.
La habilidad de Moshé para hacer ascender un ataúd de metal a la superficie del río no debería asombrarnos si nosotros consideramos que esta hazaña fue llevada a cabo incluso por una persona inferior a Moshé por el profeta Elishá, generaciones más tarde:
Los estudiantes del profeta Elishá fueron al Río lardén (Jordán) para cortar vigas (con el propósito de construir para ellos un nuevo Beit Hamidrash). La cabeza del hacha de uno de los estudiantes cayó dentro del río. "¡Ay, maestro," él exclamó a Elishá, "es prestada!"
Elishá le preguntó, "¿Dónde cayó?" El estudiante señaló el lugar. Elishá cortó una vara, la arrojó dentro del Río lardén (Jordán) y la pieza de hierro se puso a flote. El estudiante extendió su mano y la recuperó.
Esta historia está relatada en el Tanaj para traer a nuestra comprensión la grandeza de los profetas. Elishá fue capaz de revertir las leyes de la física, a su decreto, madera se hundió dentro del agua así como piedra y hierro flotaron a la superficie como madera,
Moshé preparó el ataúd de Iosef para el viaje y también los restos de todos los otros hijos de Iaacov los que fueron transportados a Eretz Israel cada uno por el nasí de la Tribu." Al ataúd de Iosef le fue conferido el honor especial de ser transportado a través del desierto lado a lado con el arón (arca) el cual contenía las lujot. Cuando transeúntes inquirían, "¿Qué arca es ésta que acompaña el arca de la shejiná,?" ellos eran respondidos, "Durante toda su vida, el que descansa allí dentro cumplió todos los mandamientos inscriptos sobre las lujot del arón."
¿Cómo deducimos nosotros de la Torá que Iosef observó todos los Diez Mandamientos?
º El demostró la creencia en "Yo soy Hashem, nuestro Di-s" porque él dijo a sus hermanos, "Estoy yo en el lugar de Di-s" (Bereshit 50:19).
º El no tuvo otros dioses porque afirmó, "Yo temo a Di-s" (Bereshit 42:18).
º El no pronunció el Nombre de Hashem en vano porque cuando hizo un falso juramento, juró por la vida del Faraón y no por Hashem (Bereshit 42:15).
º El observó Shabat, comandando que las comidas de Shabat fueran preparadas con anticipación (Bereshit 43:16).
º El honró a su padre, obrando de acuerdo con su deseo de visitar a sus hermanos en Shejem a pesar del peligro que ello ocasionaba para él (Bereshit 37:13).
º El cumplió la prohibición contra el asesinato, rehusando obedecer la demanda de la esposa de Potifar de asesinar a su amo.
º El no cometió adulterio con la esposa de Potifar.
º El era cauto del hurto, no robando ningún dinero de la fortuna que recolectaba durante los años de hambruna, sino lealmente entregándola al Faraón.
º El nunca reveló a su padre que sus hermanos lo habían vendido. Si se refrenó de relatar una cuestión que era cierta porque consideraba su descubrimiento incorrecto, ciertamente no mentiría, transgrediendo la prohibición de dar falso testimonio.
º El cumplió el mandamiento, "¡Tú no codiciarás!" porque él no deseó a la esposa de Potifar
Además, nosotros encontramos en la Torá que Iosef no transgredió la prohibición de odiar al hermano (Vaikrá 19:17) ni la prohibición de tomar revancha o guardar rencor (ibid. 19:18). Cuando él se reveló a los hermanos, no desplegó odio hacia ellos sino les habló palabras de afecto y consuelo. Después de la muerte de Iaacov, cuando los hermanos sospecharon que él estaba tomando venganza sobre ellos, lloró al ser falsamente sospechado y les explicó que él no guardaba rencor y que consideraba su venta a Egipto una acción de Hashem. También cumplió la mitzvá de sostener a los empobrecidos hermanos (ibid. 25:35) sustentando a su familia en Egipto."
En la noche de Ietziat Mitzraim, Moshé también recolectó las vigas que Iaacov había traído a Egipto y la madera que sus hijos habían plantado allí con el propósito de construir el Mishkán.
El número de hombres Judíos entre veinte y sesenta años de edad que partieron de Egipto en pleno día en este quince de Nisán era de 600.000 menos uno. Dijo Hashem, "¡Yo Me incluiré a M Mismo en el número para que sean exactamente 600.000!"
Los erev rav, los mejores de los egipcios se alistaron junto a los Benei Israel. A pesar de que Hashem había aconsejado a Moshé en contra de aceptarlos como gueirim, Moshé insistió. El discutió con Hashem, "Estas personas han presenciado Tu gran fuerza en Egipto. Si nos acompañan a nosotros, experimentarán milagros adicionales y entonces comprenderán totalmente que no exista poder fuera de Ti!"
Batia, la hija del Faraón, estaba entre aquéllos que se unieron al éxodo. Ella entró a Eretz Israel (como lo hicieron todas las mujeres de aquella generación, pues sólo los hombres pecaron en desierto y murieron allí), y, más aún, fue una de las nueva personas rectas que fueron llevadas con vida al Gan Edén,
La recompensa de Batia fue inmensa como resultado de su inmenso autosacrificio en salvar la vida decreto de su padre. Ella sabía que su edicto estaba motivado por un profundo odio por los Benei Israel. Cuando salvó a Moshé y lo crió, ella arriesgó su vida.
Una vez que el tiempo de la redención hubo llegado, los Benei Israel no fueron detenidos en Egipto por un momento extra. Partieron en la prisa más grande. Apremiados por los Egipcios, no tuvieron tiempo para preparar provisiones para el viaje sino llevaron consigo sólo la amarga masa no leudada que habían tenido la intención de dejar levantar y luego hornear. Más tarde hicieron matzot de esta masa. Un milagro ocurrió en donde aquellas matzot proveyeron alimentación suficiente por treinta días hasta que el man comenzó a caer el dieciséis de Iyar. Ellos envolvieron los restos de su comida de Pesaj de matzá y maror y los colocaron sobre sus hombros porque apreciaban la mitzvá de Hashem tanto que no permitirían a sus burros llevar los sobrantes.
A pesar de que Benei Israel no sabían cómo ellos iban a sobrevivir en el desierto, todos ellos, hombres, mujeres, y niños, siguieron a Moshé con la más grande emuná que Hashem proveerla para ellos. Hashem en Su bondad causó que el éxodo ocurriera en Nisán, un mes en el cual el tiempo es benigno y placentero, y no en una estación lluviosa o fría.
Los Benei Israel alcanzaron su primer destino, la ciudad de Ramsés, en el espacio de un muy corto tiempo. De allí fueron milagrosamente transportados a la ciudad de Sucot como si en alas de águila. Luego ellos continuaron viajando hasta Eitam la cual linda el desierto.
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