Pregunta:
Yo sé que suena trivial, pero no puedo soportar el preparar almuerzos para mis hijos. Todas las noches cuando estoy a punto de caer en la cama exhausta, justo recuerdo que necesito hacer sándwiches. Aun lo hago, pero no puedo decir que lo hago con amor. Pienso que siento que gran parte de mi vida es ocupada por cosas mundanas como armar cajas de almuerzos. ¿Debo resignarme ante el hecho de que mi vida se reduce a hacer sándwiches de atún?
Respuesta:
Hacer sándwiches de atún está muy lejos de ser mundano. Es una actividad santa. Con cada caja de almuerzo que prepara usted está cumpliendo con un deber sagrado, una que se remonta a los tiempos del Santo Templo en Jerusalén.
En el antiguo Israel, el Templo en Jerusalén era el foco de la vida espiritual judía. Era la casa de Di-s en la cual los kohanim, los sacerdotes, y sus asistentes, los levitas, traían sacrificios, quemaban incienso y pasaban sus días meditando y cantando a Di-s.
Esta tribu sacerdotal vivía una vida completamente dedicada a la espiritualidad. No tenían trabajos, no tenían propiedades, sino que se dedicaban a estudiar las leyes de Di-s y cantar Sus alabanzas. Representaban a todo el pueblo judío ante Di-s, y a través de su servicio hacían descender la bendición divina para todo el mundo. Para hacer esto debían estar bien educados en temas del espíritu y totalmente concentrados en su misión.
Pero ellos tenían que comer. Usted no puede estudiar y orar por el mundo con el estómago vacío. Y por lo tanto el resto de la nación israelita debía proveer para las necesidades materiales de la tribu sacerdotal. La gente traía ofrendas de alimentos y donaciones de dinero al Templo para mantener a los kohanim. Era una relación recíproca. A cambio del santo servicio que proveían los kohanim, todas sus necesidades eran cubiertas, y estaban completamente libres para concentrarse en su tarea espiritual sin tener que preocuparse acerca de pagar cuentas o hacer las compras. Los sacerdotes traían la bendición de Di-s al pueblo. El pueblo les traía el almuerzo.
Hoy ya no tenemos el Santo Templo, y por lo tanto no tenemos el servicio de los kohanim para traernos las bendiciones. Pero tenemos un sustituto —nuestros preciosos hijos. Ellos son nuestros santos sacerdotes, almas inocentes y puras que van todos los días a la escuela, dicen sus plegarias y estudian Torá sin ninguna preocupación. Cuando los niños entonan sus cantos y aprenden las letras hebreas, sus voces alcanzan el más alto de los cielos, como el servicio de los kohanim en el Templo hacían en los días de antaño. Y cuando Di-s oye sus voces, tan puras y dulces, derrama sus bendiciones y amor.
Pero si los niños son los sacerdotes que sirven a Di-s, los padres son los que los mantienen proveyendo a sus necesidades. Cuando usted hace sándwiches de atún, esta asegurándose de que su pequeño kohen tendrá el sustento que necesita para hacer su trabajo. Cuando se esfuerza para pagar la cuota de la escuela y se asegura que su hijo tenga una auténtica educación judía, usted está donando para el mantenimiento del Templo, el santuario seguro y puro en el cual el alma de su hijo crecer. Y cuando usted deja de lado lujos y ambiciones personales para apoyar la educación de su hijo, ha traído un verdadero sacrificio al altar de Di-s.
Así que la próxima vez que mezcle la mayonesa con el atún y envuelva los sándwiches para su pequeño santo sacerdote, recuerde que está cumpliendo una tarea sagrada, proveyendo a sus necesidades así pueden estudiar despreocupadamente. Cuanto más usted les da, ellos le devuelven mucho más.
Únete a la charla