Estimados lectores:
Una de las cosas más complicadas para el ser humano es enfrentar la incertidumbre. Cuando estamos a la espera, sin saber cuál será nuestro destino, si llegará el ómnibus, si perderemos el avión, si tendré éxito en este negocio, como me va a ir en la prueba, le habré gustado a esa persona. No tener certezas nos impacienta, nos pone nerviosos.
Como padres, la mayor ansiedad y preocupación es que nuestros hijos estén bien, que sigan un camino exitoso. Como el éxito nunca está asegurado, al menos pedimos que sigan un camino correcto o al menos coherente y consecuente.
Imaginen la frustración de Rivka cuando percibe en su vientre a un ser que pujaba por salir cuando pasaban frente a un templo pagano, pero también lo hacía cuando pasaba por un templo monoteísta. Cuando le dijeron “llevas dos vidas en tu vientre”, Rivka se calmó. Incluso sabiendo que tendría un hijo que no elegiría el camino que había elegido, hasta opuesto a sus valores, era mejor que tener un hijo pendular, incoherente y sin rumbo, como cuando pensaba que esperaba un solo bebe.
La fricción constante entre nuestra parte animal que actúa impulsivamente tomando malas decisiones y eligiendo caminos errados, nos confunde creyendo que ni vale la pena desarrollarnos espiritualmente. Somos pendulares convive en nosotros una parte egoísta con otra más espiritual y altruista, siempre en pugna por sobreponerse una a la otra.
El desafío es que nuestra parte más espiritual logre superar a nuestro lado egoísta, que Iaakov se imponga sobre Esav y logre refinarlo.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy