La cuenta de estos reyes alude a la creación y subsecuente colapso del mundo espiritual del “Caos” (Tohu), que precedió al mundo espiritual de “Rectificación” (Tikun). Nuestro universo físico se deriva del mundo de la “Rectificación” pero contiene también elementos residuales del mundo del “Caos”.
El mundo del “Caos” era conocido por este nombre porque las energías dentro de él eran demasiado egoístas como para cooperar una con la otra, así como un niño inmaduro no puede reconciliar sus emociones conflictivas. Y así como la inmadurez del niño debe ser quebrada por la crisis de la adolescencia para que pueda pasar a la madurez adulta, el mundo del “Caos” tuvo que ser quebrado para que el mundo de la “Rectificación” sea creado de sus ruinas.
El egoísmo está por lo tanto incrustado en nuestro mundo como el remanente de ese mundo destruido. Esas chispas del mundo del “Caos” son necesarias, porque para que haya libertad de elección, debe haber un elemento de “mal”, es decir egocentrismo, disponible como alternativa al altruismo y la bondad.
La tarea de Jacob y sus descendientes a lo largo de la historia es elevar a los descendientes espirituales de Esaú, las chispas caídas del mundo del “Caos”, a través de santificar el mundo material.1
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