El pueblo judío no se demoró por codicia. Estaban cumpliendo el mandamiento de D-os de vaciar a Egipto de toda su riqueza. La dimensión espiritual de esta directiva era salvar todos los potenciales de santidad presentes en esa riqueza.
De esto aprendemos dos lecciones: Primero, que al saber cuál es nuestra misión Divina en la vida, debemos estar tan dedicados a ella que hacer cualquier otra cosa nos parece impensable. Por el otro lado, en cuanto es claro que es tiempo de cambiar de dirección, no debemos titubear. Debemos aplicarnos a la nueva misión con el mismo entusiasmo que le dimos a nuestra misión anterior.
Segundo, así como los judíos no querían dejar ni una sola pieza de riqueza egipcia sin elevar, así nosotros debemos desear traer hasta el último individuo cerca de D-os. Hasta que recibamos una directiva clara de concentrarnos en otra cosa, debemos ver a cada individuo alejado de D-os como una perla preciosa esperando ser redimida de Egipto.1
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