El olfato es el más “espiritual” de los cinco sentidos; puede transportarnos a los niveles más altos de consciencia, y puede ser usado para devolverle la consciencia a personas que se han desmayado. Por esta razón, el incienso en el Tabernáculo expresaba nuestra unidad interna con D-os.
Cuando esta experiencia elevada de unidad con D-os se balancea con la sumisión humilde a Su voluntad, es algo positivo; cuando tiene más peso que nuestra devoción a la voluntad de D-os, se convierte en algo suicida y por lo tanto negativo. Por esto el incienso ofrendado por el deseo egoísta de escapar de la realidad y la responsabilidad, probó ser fatal.
El antídoto para este impulso “suicida” erróneo es canalizarlo positivamente. Al elegir persistentemente “dar nuestras vidas” - es decir nuestro involucramiento egoísta en tentaciones impuras - en favor de estudiar Torá con humildad, la Torá se vuelve parte nuestra y permanecerá con nosotros.1
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