Calle 86 y Central Park West, Manhattan

Movimiento, multitudes apresuradas, taxis ruidosos, gente pavoneándose a la última moda.

Es 1972.

En medio de todo ese ajetreo frenético, hay una isla calmada de tranquilidad mientras la multitud se reúne alrededor de un flaco, barbado joven envuelto en un mantel estampado, en la posición del loto, mirando su nariz e irradiando paz hacia los buscadores que gravitan hacia sus vibraciones. Un gurú, un swami, "acá en la Big Apple! Aún los insensibles neoyorquinos estaban desconcertados.

El daba entrevistas a los medios, hablando por señas para no romper su meditativo silencio, las técnicas orientales que había seguido sin disciplinas bruscas para traerlo a este estado.

El swami no fue criado en un enclave del Himalaya, sino en un típico hogar judío americano. Tampoco su nombre era exótico, sólo Gil Locks, un buen muchacho judío. Un servicio en Japón con los Marines de EEUU fue la primera grieta en la visión mundial de Gil del materialismo occidental. Estaba fascinado por las artes marciales y el desapego budista, pero fue a la universidad y el camino del éxito en los negocios cuando retornó a EEUU.

Pronto Gil estaba viviendo el sueño americano, con una casa de diseño exclusivo, un auto lujoso y una posición ejecutiva. Pero el vacío lo roía. "Cuando haga aun más dinero, ¿compraré una casa más grande? ¿Es para esto que estoy en el mundo?"

Hippies descalzos llamaron su atención. Liquidó sus negocios y se unió a los buscadores de una verdad más profunda y amplia de los años sesenta. Haciendo dedo a través del norte de California, buscando vida ecológica en México, se alejó más allá de las convenciones y expectativas de la sociedad. Gil corrió hacia un anciano yoghi que le mostró "una asombrosa película de su gurú en la India".

Para encontrar el fin supremo, Gil pronto estuvo en un avión dirigiéndose al ashram del gurú en la zona central del sur de la India. Absorbió las enseñanzas hinduistas y se dedicó a alcanzar las alturas que el camino le prometía. Largos años de profunda meditación y prácticas extremas "no me trajeron alegría, sino un deseo más y más fuerte de hallar al Eterno".

Con el tiempo vio las discrepancias y perversiones del gurú que contradecían sus pretensiones espirituales. Regresó a América "donde hablaba el idioma y podía ayudar a alguien".

Vagando a través de escandalosos viajes y aventuras, Gil atrajo a otras almas vagabundas. "Ellos decían que tenían un sentimiento especial hacia mi. Algo irradiaba de mi que los elevaba a pensar acerca de Di-s". Los espíritus libres siguieron al viento y a una sensación de guía, llevándolos a través del país hasta un banco fuera de Central Park. Gil se sentó a descansar, y se sintió magnetizado en el lugar. Otros gravitaron hacia la dulce energía, y el NY Times informó acerca del "Gurú de Central Park Meditando en la Hierba".

Pasó una década. Nuestro intrépido idealista transformó su persona, convirtiéndose en un apasionado y devoto judío que ahora reside en la Ciudad Vieja de Jerusalén a pocos pasos del Muro Occidental. ¿Cómo el gurú mutó hacia el guefilte fish y las matracas?

El Viaje del Gurú Pierde el Atractivo

"Meditaba 23 horas por día. Las alturas eran extáticas y los descensos dolorosos, con caídas más frecuentes que elevaciones". Gil se preguntó "¿Por qué he estado pegado a mi asiento todos estos años, para tan poco bien que he estado haciendo?" Se aventuró en el cristianismo, pero reconoció sus falacias. Decidió "probar los mandamientos judíos".

Veamos, hay un mandamiento de poner franjas en las esquinas de la ropa. Los Sabios explican que eso significa tzitzit, pero Gil sólo conocía el versículo original de su Biblia. Adquiriendo hilo para borlas en el negocio local de hilos, Gil muy seriamente ató uno en cada esquina, incluido el cuello de su camisa, su camiseta y la parte superior de su pantalón. Pareciendo la funda de un sofá, Gil probó más mitzvot con inocente devoción, y se dirigió a Jerusalén. Durante los siguientes años de aventuras humorísticas y conmovedoras, Gil maduró en la profunda, fundamenta y verdadera espiritualidad de la Torá.

Hoy la intensa devoción y el impulso de búsqueda de Gil de la Unicidad ha encontrado terreno fértil para afirmar sus profundas raíces y enfrentar cualquier viento. Desde su departamento en la Ciudad Vieja, Gil va a estar en comunión con su Creador en el minian del amanecer en el Muro Occidental. Comparte su inspiración con discípulos de todo el mundo, a través de sus escritos, sus mails y su página Web. Gráficos innovadores iluminados con enseñanzas jasídicas ilustran el aspecto de Divinidad que trae a la existencia a la multifacética creación. También enseña en un curso online sobre Meditación Judía para el Michigan Jewish Institute. Tras muchos arduos años de luchar para hallar la unidad a través de la multiplicidad del camino oriental y el cristiano, Gil está especialmente compenetrado con este profundo núcleo del judaísmo.

Gil ha escrito cinco libros. Compiló un libro sobre Guematria, el significado numérico místico de las palabras de la Torá. Su autobiografía "Volviendo a la Tierra" es una entretenida recopilación de su viaje espiritual, especialmente informativo para los que están acomodándose o se sienten hechizados por los caminos orientales, como lo son sus otras obras "Domesticando a la Mente Indómita" y "Hay Uno".

Gil es bien conocido en el Puesto de Tefilín de Jabad en el Muro Occidental. Con humor, calidez y amor, ayuda a miles de judíos, turistas, buscadores, paseantes israelíes, soldados, políticos visitantes, a probar con esa mitzvá. Haciendo de la experiencia algo personal y significativo, pide a la persona que "imagine a cada uno de su familia, uno por vez. Trate de imaginarlos con luz en sus rostros y sonriendo. Ore por su bienestar, y por todos aquellos a los que ama. Ore por todos nosotros. No olvide a nuestros soldados, judíos en lugares peligrosos, y aquellos que sufren en los hospitales".

Compartiendo lecciones aprendidas de la forma más difícil, Gil da esperanzas y guía a muchos. "¿Por qué tuve que pasar a través de esos largos y tortuosos pasos antes de llega a casa?" Reflexiona. Sin embargo describe usualmente sus días envuelto en un mantel con su cabello atado en un nudo sobre su cabeza con humor. "En realidad no era muy divertido sentarse ahí en mi cabaña en los bosques, manteniendo mis manos apretadas hasta que crujían y sangraban. Ni tampoco lo fueron todos esos meses de tener a los demonios torturándome en los momentos de gran alegría". Pero cuando es llamado desesperadamente por un joven cuya meditación budista comienza a transformarse en voces y en una batalla contra las fuerzas del mal, Gil puede guiarlo como sólo aquel que conoce el terreno puede.

En lugar de alejarse de su pasado, sus únicas y locas lecciones son utilizadas para ayudar a otros. La misión de Gil no es "escapar de la película y venir a un lugar donde el mundo no te afecta nunca más" sino el vivir lo que encontró que es la más elevada enseñanza de la Torá encapsulada en las palabras del Rebe Maharash, Rabí Shmuel de Lubavitch: "Uno debería conocer la ruta hacia las cámaras supernas, a pesar que no es necesario. Todo lo que necesita es ayudar a su prójimo con corazón completo, para tener placer en hacer un favor a otra persona".