Pregunta:

Sé que se supone que un judío siempre debe estar alegre, pero cuando me miro no veo ninguna buena razón para estar feliz. Por el contrario, tengo muchas razones para sentirme miserable. ¿Se supone que pueda encender la alegría a voluntad?

Respuesta:

Si, enfrentamos algunos difíciles desafíos en la vida, y los sentimientos de desesperación son comprensibles. Pero podemos dar vuelta nuestra situación. La felicidad nunca está más allá de nuestro alcance.

Esto se debe a que la felicidad es el estado humano natural. Sólo mire a los niños pequeños. Los niños no necesitan aprender estrategias para vivir positivamente, y no necesitan motivos para estar felices. Necesitan motivos para estar tristes. Si un niño llora preguntamos "¿Qué está mal?" Si un niño ríe y juega y baila alrededor del cuarto, no preguntamos "¿A qué se debe la gran celebración? ¿Por qué estás feliz?" Un niño es feliz por necesidad; si no son felices es porque hay un motivo, como ser, necesitan ser cambiados, están hambrientos, sedientos o cansados, o necesitan atención, o han tenido un Brit. Pero mientras no pasa nada malo, un niño es feliz sin motivo.

En algún lugar, a lo largo de la línea, las cosas cambian. Crecemos y nos volvemos más exigentes, difíciles de complacer, y perdemos esa alegría infantil. A medida que nos hastiamos de las decepciones de la vida, sentimos que necesitamos una razón para estar felices. Si usted ve a un adulto caminando con una gran sonrisa, usted pregunta "¿Qué pasa contigo, por qué estás sonriendo?"

La diferencia es que los niños no tienen conciencia de si mismos. Son libres de ser felices porque todavía no son concientes de si mismos. Es solamente cuando maduramos que nos volvemos más concientes de que también estamos más auto absorbidos. Tenemos problemas y preocupaciones, deseos no cumplidos y sueños no realizados. Ninguno de nosotros puede decir honestamente que lo tiene todo, y siempre podemos encontrar un motivo para estar disgustados. Pero un niño no está molesto por lo que le "falta", así que lo tiene todo. La falta de auto conciencia del niño lo deja libre para disfrutar la vida y ser feliz.

Cuanto más nos preocupamos por nuestra propia felicidad, más lejos estamos de lograrla. Ni bien olvidamos lo que necesitamos y en cambio nos concentramos en para qué somos necesarios —el bien que podemos hacer a los otros en lugar del bien que podemos conseguir para nosotros —nuestra alegría infantil vuelve y somos felices.

Ese es el centro de la alegre festividad de Purim: un tiempo para dar regalos a los amigos, donaciones a los necesitados, decir lejaim, aflojando nuestro apretón a nuestro ser y agradeciendo a Di-s por la oportunidad de estar vivos. Aun en los momentos más oscuros, concentrarse en la misión en lugar en concentrarse en uno mismo, podemos acceder a nuestra alegría interior.

La felicidad no está en un lugar ahí afuera; descansa en el interior, en aquella parte nuestra que es para siempre joven y por siempre dada —nuestra alma.