La joven muchacha estaba parada junto a su padre, en el muelle de un puerto polaco, un baúl a sus pies y un barco de vapor a su lado. De entre sus nueve hermanos, Rose de doce años, fue la escogida para ser enviada a "la tierra dorada" -América. La vida en Polonia era dura, el hambre era una visita constante en su casa. Después de mucho esfuerzo, su familia había ahorrado bastante como para un pasaje de ida a los Estados Unidos. Y Rose, la más joven de los nueve, era la afortunada.

Su padre levantó el baúl en su hombro y caminó silenciosamente, la niña caminaba detrás de él. Rose podía ver el esfuerzo que su padre hacía para guardar sus emociones. El peso de la vida era evidente en las líneas de su cara, en la tristeza ardiente de sus ojos sabios, y en el gris en los pelos de su barba. Su espalda, sin embargo, permanecía recta, en aparente desafío de sus tribulaciones.

Con un suspiro involuntario, su padre dejó caer el baúl en el muelle y se volvió a su hija. Su gris cabeza se inclinó sobre su cara inocente y trastornada, mientras su padre miraba profundamente a los ojos claros de su hija. Sentía que quería gritar, protestar por la crueldad del destino. Cómo anhelaba tomar a Rose y traerla de vuelta a casa, y sostenerla como lo había hecho cuando ella era un bebé. En cambio, puso su mano temblorosa en su mejilla.

-"Rose, main kind (mi niña), recuerda: Di-s está mirando cada paso que das. Recuerda Sus leyes y cuídalas bien. Nunca olvides que más de que los judíos han cuidado el Shabat, el Shabat ha cuidado a los judíos. Será duro en la nueva tierra. No olvides quién eres. Guarda el Shabat- no importa qué sacrificio debas hacer."

-"¡Tate! ¡Tate!" (¡Padre! ¡Padre!)

Rose enterró su cara en la áspera chaqueta de su padre, sus brazos delgados lo envolvieron herméticamente como para amarrarse a todo lo que le era familiar en Polonia. Su padre volvió a suspirar con esfuerzo. Sus hombros rectos se agacharon a su hija y sus lágrimas se mezclaron con las suyas. La bocina de la nave los separó. El Tate se agachó y abrazó a Rose de nuevo, conteniendo la respiración en un abrazo que duraría toda una vida. Entonces, se volvió y caminó por la plancha, ahora era un hombre arqueado, derrotado finalmente por los reveses de la vida. Cuando la nave a vapor se alejó de la vida del Shtetl de Polonia, una brisa de mar fresco sopló sobre los pasajeros que se preparaban para empezar nuevamente.

Para Rose, el viaje estaba poblado de preguntas e incertidumbre. ¿Sus parientes realmente le darían una bienvenida? ¡Qué aterrador era el pensamiento de una nueva vida sin sus seres queridos! Cuando la nave hizo su entrada en el puerto de Nueva York, los pasajeros estaban de pie contra la baranda, gritando y aplaudiendo al ver la "nueva tierra". Rose estaba de pie al lado, tímida e insegura. ¿El flamante continente cumpliría su promesa de esperanza, libertad, y riquezas? ¿Sus parientes la vendrían a esperar -o desde ahora quedaría sin casa ni hogar?

Rose no tuvo que preocuparse mucho tiempo. Sus familiares estaban allí esperándola, solícitos con su prima europea. Pronto se sintió protegida y en su casa. Con su conducta y apariencia madura, al poco tiempo, Rose encontró un trabajo como operadora de una máquina de costura en la famosa firma Triangle Shirtwaist Factory.

La vida en América era nueva y extraña. Las costumbres polacas se perdieron rápidamente- junto con la religión. La modestia, el Kashrut, y la Torá se abandonaron, junto con la ropa pasada de moda y el acento. Los parientes de Rose insistían con que la religión era "anticuada": un accesorio innecesario en América. Rose, sin embargo, nunca se olvidó de las palabras que su padre le dijo al partir. Se puso la ropa nueva que sus parientes le dieron, cortó su pelo para estar a la moda, pero nunca perdió su amor y apego por el Shabat.

Todas las semanas, Rose inventaba una nueva excusa para explicar a su jefe por qué no vino a trabajar el sábado. Una semana tenía dolor de muelas, otra semana le molestó su estómago. Después de tres semanas, el capataz se dio cuenta. La llamó. -"Rose," dijo en un tono que indicaba que sólo deseaba el bienestar de la muchacha. "Me gusta tu trabajo, y me gustas tú. Pero este tema del Shabat tiene que interrumpirse. O vienes a trabajar este sábado, o puedes buscar un nuevo trabajo".

Al oír hablar de este tema, los parientes de Rose fueron inexorables. Ella debía trabajar en Shabat. Emplearon presión; persuadieron, suplicaron, e incitaron. Rose se sentía como una hoja atrapada entre ráfagas de viento, empujada y tirada sin peso o vida propia. ¡Era tan joven y vulnerable! Quería agradar a sus parientes. Pero las palabras de su padre seguían haciendo eco en su cabeza. ¿Qué debía hacer?

La semana pasó plena de preocupación para Rose. Sus emociones la perturbaban. -Por un lado, mi Tate no está aquí para ayudarme a ser fuerte. Quiero agradar a mis nuevos amigos. Quiero a mis amigos. Quiero encajar en esta nueva tierra, razonó.
Y entonces así, rápidamente, vino otro pensamiento: ¿Por otro lado, cómo puedo olvidarme de Shabat? ¿Cómo puedo dejar la belleza que mi padre me enseñó?

"Rose, querida, escúchanos. Es por tu propio bien". Sus parientes insistían, y Rose vaciló.

El viernes, Rose caminó a trabajar, la bolsa del almuerzo en la mano y su cabeza inclinada, abstraída en sus pensamientos. Se sentó junto a su máquina a lo largo de todo el día, escuchando el zumbido de las otras máquinas e hizo distraídamente su trabajo. ¿Sería tan horrible hacer esto también mañana? El tiempo de la decisión estaba acercándose.

El zumbido de las máquinas y el zumbido de sus pensamientos. ¿Qué debía hacer, o la pregunta era, qué podía hacer? Cuando el sol se resbaló encima de los parapetos del Lower East Side, Rose supo que no había ninguna pregunta. Ella era judía, y guardaría el Shabat.

El Shabat en América no era igual al que Rose conocía en su casa. Esta semana era peor todavía. Le faltó el valor para enfrentar a sus parientes y contarles acerca de su resolución. En cambio, dejó la casa por la mañana, pretendiendo dirigirse hacia el trabajo. Caminó de un lado a otro a través de las calles de Manhattan. Junto con las palomas de la ciudad, descansó en el Parque Tompkin. "Tate, esta canción es para ti," susurró. Las palomas ondearon sus plumas. "Iona matzá bo manoaj" ("en él [el Shabat] la paloma encontró el descanso..."). Allí estaba, sentada entre las palomas, cantando las canciones Sabáticas tradicionales, con lágrimas en sus ojos y sollozos entre las estrofas.
Cuando tres estrellas atisbaron finalmente en el cielo, anunciando la finalización del Shabat, la luna brilló sobre la muchacha cansada y bañó su cara con luz. Rose había triunfado, pero su victoria costaría mucho. No tenía otro trabajo y había perturbado a su familia.

"Baruj HaMavdil..." (Bendición que se pronuncia al concluir el Shabat). Era tiempo de enfrentar la dureza del mundo. Rose caminó temiendo la escena horrible a su regreso, en el momento en que sus parientes supieran que no había ido a trabajar.

Cuando se acercó a casa, un grito invadió su ensueño. -" ¡Rose! ¡¿Cómo es posible?! ¡Quiero decir, ¿cómo estás aquí? ¿Dónde estabas?"

Rose miró a su primo Joe y su desconsolada expresión.

-"¿Joe, qué será de mí? Cuidé el Shabat y he perdido mi trabajo. Ahora todos están enfadados y se sienten defraudados, y... Joe, ¿qué haré?" Las palabras brotaron junto con sus lágrimas.

Joe la miraba extrañamente. -"Rose, ¿es que no has oído?" preguntó suavemente.

-"¿Oído qué?" urgió Rose.

-"Se desató un incendio horrible en la fábrica. Sólo cuarenta personas sobrevivieron. No había manera de salir del edificio. La gente incluso, saltaba por las ventanas a la muerte". Joe enmudeció y comenzó a llorar abiertamente. –"¿Rosie, no te das cuenta? Estás viva porque cuidaste el Shabat. Debido a tu Shabat, has sobrevivido."

Rose Goldstein perteneció a la minoría de aquellos que sobrevivieron de entre los 190 obreros. El siniestro fuego en Triangle Shirtwaist Factory, el sábado 25 de marzo de 1911, tomó las vidas de 146 trabajadores inmigrantes. Debido a que fue sábado, Rose Goldstein no estaba allí. Como su padre había dicho, más de que los judíos han cuidado el Shabat, el Shabat ha cuidado a los judíos.