"En recuerdo eterno de la Casa de Di-s. Esta sinagoga se ha levantado por la generosidad de un donante cuyo nombre permanecerá oculto, quién contribuyó con la suma de 110 napoleones de oro".

En una de las estrechas callejuelas del barrio "Bet Israel" de Jerusalén, se halla una gran sinagoga, hermosamente construida. Durante cien años, en una placa pegada la pared norte, se leía:

"En recuerdo eterno de la Casa de Di-s. Esta sinagoga se ha levantado por la generosidad de un donante cuyo nombre permanecerá oculto, quién contribuyó con la suma de 110 napoleones de oro".

Durante muchos años, se supuso que los fondos fueron proporcionados por uno de los ciudadanos adinerados de Jerusalem que deseó, a través del anonimato, preservar su buena acción de cualquier mancha de orgullo. Sólo unos pocos supieron la verdadera identidad del donante y de la historia oculta detrás de su donación...

Rabí Shlomo Zalman Porush era un hombre de modestos medios, a pesar de las grandes sumas de dinero que pasaban por sus manos. Era funcionario de uno de los "kolel" -sociedades que apoyaban a los judíos pobres de Jerusalem, con fondos recolectados para ese propósito en la diáspora.

Rabí Shlomo era responsable del sustento de varios cientos de familias cuyo apoyo llegaba de la comunidad judía de Minsk y sus alrededores, en la Rusia Blanca.

Un año, cuando Pesaj se acercaba, el arribo de los fondos se retrasó. Rabí Shlomo sabía que el dinero llegaría, pero entre tanto, las familias por las que era responsable necesitaban matzot, vino y otros detalles. Por consiguiente, se dirigió a un vecino, Reb Faivish Stoler, un carpintero que trabajó toda su vida duramente y había logrado ahorrar una suma considerable. Faivish prestó los ahorros de toda su vida- 200 napoleones de oro-hasta que llegara el dinero del extranjero.

Poco después de Pesaj, el mensajero esperado llegó de Minsk. La bolsa que trajo contenía sólo 110 napoleones, pero una carta junto al dinero prometía que el resto estaba en camino. Rabí Shlomo no perdió tiempo, y trajo el dinero a su vecino.

Varias semanas después, el resto del dinero llegó. Pero cuando Rabi Shlomo trajo las 90 monedas de oro a Reb Faivish, se llevó una sorpresa desagradable. El carpintero, cuya memoria había empezado a fallar, no recordaba nada del primer pago e insistía en que se le debían 200 napoleones.

No existía ningún contrato escrito del préstamo o del pago, pues ambos se tenían absoluta confianza. No tenían ningún recurso para presentar su caso ante el Beit Din (corte rabínica) del venerado Rabino principal de Jerusalem, Rabí Shmuel Salant.

Desde el punto de vista halájico, era un caso traído en el texto: el prestatario admite el préstamo, pero demanda que se ha realizado un pago parcial, que el prestamista niega. Es un ejemplo clásico de modé bemiktzat ("que admite parcialmente"); y en semejante caso, la obligación de la prueba recae sobre el prestamista, pero el prestatario debe realizar un "juramento bíblico" para afirmar su argumento.

Al oír el veredicto del Beit Din, Rabí Shlomo se puso pálido. ¡Nunca había imaginado que se le exigiría un juramento en la corte, que se realiza frente a un Sefer Torá! Rogó que le dieran varios días para pensarlo.

Luego, Rabí Shlomo anunció que estaba dispuesto a pagar 110 napoleones de su propio bolsillo en lugar de jurar. Sólo pidió que le dieran unas semanas para juntar el dinero. Faivish Stoler estuvo de acuerdo. Pero Rabí Shmuel Salant no permitió este arreglo. "Lo siento", dijo a Rabí Shlomo, "pues ésta no es una cuestión privada entre litigantes. Involucra fondos comunales. Y a quien se le confía dinero de caridad, su honestidad debe estar más allá del reproche. A menos que se establezca decididamente que el dinero se pagó como usted aduce, la gente hablará. Insisto, por consiguiente, que jure".

De nuevo Rabí Shlomo pidió tiempo. Durante tres días ayunó, lloró y recitó los Salmos. Luego, vino ante el Beit Din y juró que había pagado 110 napoleones a Faivish Stoler.
Al poco tiempo, Rabí Shlomo vendió su modesta casa. Explicó que ya había pensado vender la casa para evitar el juramento ante la Torá, y ahora no quería beneficiarse con dinero que tenía pensado usar para evitar el veredicto. Además de la venta, realizó todo tipo de economía para completar la suma de 110 napoleones, que entregó al comité que estaba recolectando dinero para construir una nueva Sinagoga. Su única condición fue que no se realizara ninguna mención de la fuente del dinero.

Varios meses después, Faivish Stoller apareció en el pequeño apartamento al que el rabino Shlomo se había mudado después de la venta de su casa. Sin decir palabra, puso sobre la mesa una bolsa con 110 napoleones de oro, que él había descubierto en un cajón en su taller.