El accidente sucedió en Tishá BeAv de 1982, bien temprano a la mañana. Cuando abrí la puerta del placard para sacar lo que necesitaba para ir a la sinagoga, vi que había una escalera de mano y una barredora de alfombras, estaban guardadas allí en forma temporaria. Estábamos en medio de una refacción, y el plomero estaba instalando caños nuevos que pasaban por mi placard y subían hasta el ático. Yo me subí a la escalerita un tanto destartalada para mirar mejor y me resbalé. En ese momento, la manivela de la barredora se me metió justo en el ojo derecho. Yo grité como loco del dolor. Mi señora, Sharon, vino corriendo a ver qué había pasado. Los dos nos dimos cuenta de la gravedad de la herida: era posible que, Dios no lo permita, hasta hubiera perdido la visión del ojo.
Enseguida, llamamos a nuestro amigo el Dr. Goldstein, un famoso oftalmólogo de Long Beach. Afortunadamente, lo encontramos antes de que saliera de su casa. “Te espero en mi consultorio a las ocho, ahí te voy a analizar el ojo”.
“No, no, no, ¡esto es una emergencia!, el Dr. Feldon tiene que ver al Dr. Lovitch hoy mismo”Sharon condujo el automóvil. Después de que me examinó, el Dr. Goldstein me dijo: “Bueno, tengo buenas noticias. Da la impresión de que el globo ocular está intacto, pero está arriba en la cabeza y, además, te lastimaste la parte inferior del músculo ocular, que es el que controla el movimiento del globo ocular. Quiero llevarte a ver a un experto oftalmólogo de inmediato; vamos a ir a ver a alguien de fama internacional, el Dr. Steven Feldon, que justamente está acá ahora de visita en Los Ángeles. Quiero que él te examine”.
Dicho y hecho, el Dr. Goldstein llamó al Dr. Feldon al Instituto del Ojo, de Doheny. Por lo general, para hacer una cita uno tiene que esperar varios meses, pero en este caso oímos al Dr. Goldstein que decía: “No, no, no, ¡esto es una emergencia!, el Dr. Feldon tiene que ver al Dr. Lovitch hoy mismo”.
Finalmente, de otro lado de la línea le contestaron: “Está bien, está bien. Dígale que venga al consultorio”.
El Dr. Feldon me examinó y mandó que me hicieran varios estudios; con los resultados, me dijo: “Tiene una lesión bastante grave. Y no hay nada que pueda hacer en este momento. Quiero que se ponga un parche en el ojo y vuelva dentro de un mes. Entonces, lo voy a examinar de nuevo a ver si hay alguna mejora. Recién en ese momento, le voy a decir qué tenemos que hacer”.
Bueno… se imaginarán cómo me quedé yo, un joven cirujano recién recibido con un solo ojo funcionando. Es imposible operar con un solo ojo, porque para operar hay que tener visión estereoscópica. Así fue como me vi forzado a interrumpir mi práctica médica, puesto que no podía realizar intervenciones quirúrgicas.
“Díganos las buenas noticias”, dijimos nosotros.Nos fuimos a casa, y el Rabí Newman vino a verme y me dijo: “Me enteré de su herida y ya llamé a la oficina del Rebe por su caso”.
Un mes más tarde, volvimos a ver a Dr. Feldon. Él me examinó el ojo y me dijo: “No hay ninguna mejora. Yo creo que ya le dimos tiempo suficiente. Ahora necesito operarle el ojo y ver si puedo arreglar algo”.
Llamé al Rabí Leibel Groner, el secretario del Rebe, y recibí la bendición del Rebe. La operación fue fijada para la semana siguiente.
Después de la operación, el Dr. Feldon nos dijo: “Tengo buenas y malas noticias”.
“Díganos las buenas noticias”, dijimos nosotros.
“Las buenas noticias son que el músculo ocular está intacto. Fue gravemente lesionado, pero no se separó del globo ocular. Las malas noticias son que no pude hacer nada para arreglarlo. No se puede arreglar. Venga a mi consultorio y le voy a dar unos anteojos especiales, llamados “anteojos de prisma”, que desvían la dirección de la luz, así, usted va a poder ver bien solamente con el ojo sano”.
Me quedé devastado. Había pasado años enteros estudiando para ser cirujano. Recién acababa de empezar mi carrera. ¿Qué iba a ser de mi vida ahora después de todo esto?
Lo llamé al Rabí Groner y le dije: “No entiendo. En las clases de Torá, aprendimos que todo lo que sucede es para bien. Pero dígame, ¿cuál es el bien en este caso? ¡No logro ver cuál es el bien!”.
El Rabí Groner habló conmigo durante un largo rato y trató de consolarme. Entonces, me dijo: “Voy a hablar con el Rebe y enseguida lo llamo de vuelta”.
Al domingo siguiente, asistimos a una celebración en la comunidad. Cuando volvimos a casa, estaba sonando el teléfono. Era el Rabí Groner. “¿Dónde estaba? ¡Estoy tratando de ubicarlo desde el mediodía! Hablé con el Rebe y él quiere preguntarle algo: ¿Acaso usted hace kidush y havdalá con vino tinto?”.
Yo le respondí: “A veces sí, no siempre. A veces lo hago con vino blanco y otras veces con jugo de uvas, según lo que haya en casa”.
“Ah… ”, dijo él. “El Rebe me dijo que le diga que siempre haga kidush y havdalá con vino tinto”.
“Está bien”, le dije yo. “Voy a hacer lo que me dice. ¿Eso es todo?”.
En ese momento, no entendí cómo era posible que la respuesta del Rebe a toda esta situación tan compleja pudiera estar contenida en una instrucción tan simple y tan breve.
Ese Shabat, toda la comunidad ya sabía lo que había dicho el Rebe. En el shul, me esperaba una botella de vino tinto, y yo hice kidush para toda la congregación. A partir de entonces, no importa qué se esté celebrando, siempre hay una botella de vino tinto esperándome en la sinagoga.
Pasó una semana, y yo hice kidush y havdalá con vino tinto, y después pasaron dos Shabats más. Al final, pasaron seis semanas desde que había sufrido la lesión en el ojo. Ese domingo a la mañana, me desperté y sentí un clic en el globo ocular, como si se estuviera moviendo.
“Sharon”, le dije a mi señora. “Está pasando algo. Algo que no sentí nunca antes. ¡Algo cambió!”. Y volvió a suceder otra vez y otra vez más. Y yo sentí que definitivamente se producía un movimiento. Hice kidush y havdalá ese Shabat y otro Shabat más… ¡y de pronto el globo ocular volvió a su sitio, como si no hubiera ocurrido nada!
Llamé al Dr. Feldon y le dije: “Tengo que decirle algo. El ojo está mejor. Puedo ver”.
“¡Pero eso es imposible! Venga y lo voy a examinar”.
Cuando llegué, todo el plantel médico de USC que había participado en la operación del ojo me estaba esperando.
Después de examinarme, el Dr. Feldon exclamó: “¡Tiene razón! ¡El ojo está bien! ¡Es algo que nunca vi en toda mi vida, es un verdadero milagro! Dígame algo, ¿a quién conoce usted que es capaz de hacer tal milagro?”.
Yo le dije: “El Rebe de Lubavitch, en Brooklyn, New York”.
“Bueno, es un verdadero milagro”, dijo él.
Yo me quedé muy impresionado por lo que dijo el doctor, respecto a que el ámbito espiritual es capaz de afectar el resultado del orden natural del mundo. Y llevé esa lección conmigo toda mi vida, y también la apliqué en mi carrera.
Gracias a Di-s, pude retomar mi práctica y pude hacer lo que había estudiado y aún más. Mi carrera ha sido muy redituable y me ha permitido dar tzedaká, caridad, no solo en las caridades locales, sino también, para distintas causas en el mundo entero.
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