Texto de la plegaria del Kadish

Transliteración y Traducción

Doliente: Isgadal ve-iskadash shmei rabá

Magnificado y santificado sea Su gran Nombre

Congregación: Amén

Doliente: Be-olmó divró jirusei

En este mundo que Él ha creado en conformidad con Su voluntad

Ve-iamlij maljusei, be-jaiejon u-ve-iomejon

Que Él establezca Su reinado durante tu vida

u-ve-jaiei de-jol beis Isroel

y durante la vida de toda la Casa de Israel

ba-agoló u-vizman koriv, ve-imrú amén

en breve, y digamos Amén.

Doliente: ¡Iehei Shmei Rabó mevoraj le-oilom u-le-olmei olmaió!

¡Que Su gran Nombre sea bendecido por siempre y por toda la eternidad!

Congregación: (Repite este mismo versículo)

Doliente: Isboraj ve-ishtabaj ve-ispaer ve-isromam;

Bendecido, alabado, glorificado y exaltado

Ve-isnasei ve-isadar ve-isalé ve-is-halal

Encomiado, honrado, magnificado y loado

Shemei de-kudsha brij Hu.

Que el Nombre del Santo, bendito sea.

Congregación: Brij Hu

Bendito sea.

Doliente: Le-eiló min kol birjoso ve-shiroso, tushbejoso ve-nejamoso,

Él es más grande que todas las bendiciones, los himnos, las alabanzas y las consolaciones

De-amirón be-olmo, ve-imrú Amén

Que pueden pronunciarse en este mundo. Y digamos Amén.

Doliente: Iehei shlomo rabó min shmaio

Que abundante paz del cielo descienda sobre nosotros

Ve-jaim oleinu ve-al kol Isroel – ve-imrú Amén.

Y que la vida sea renovada para nosotros y para todo Israel. Y digamos: Amén.

Congregación: Amén

Osé shalom bim-romav, Hu iaasé shalom

El que hace la paz en los cielos, que haga la paz

Aleinu ve-al kol Isroel, ve-imrú amén.

Para nosotros y para todo Israel. Y digamos: Amén.

Congregación: Amén.

La historia del Kadish

El Kadish es una de las plegarias más bellas, más profundas, más llena de significado y más espiritualmente conmovedoras de toda la liturgia judía. Es una vigorosa declaración de fe. Se trata de un antiguo poema en prosa, en arameo antiguo, una letanía en la que la música de las palabras, los ritmos fuertes, los sonidos enternecedores y las respuestas alternadas del líder y la congregación ejercen un verdadero poder hipnótico en los que la escuchan.

Se ha señalado en repetidas ocasiones que el Kadish es el eco de Job en el libro de oraciones: “Aunque Él me dé muerte, seguiré confiando en Él”. Es un llamado a Di-s desde lo más profundo de la desgracia, un llamado que exalta su nombre y lo alaba, a pesar de que Él acaba de arrancar de la vida a un ser humano. Al igual que la plegaria de Kol Nidrei del Día del Perdón, el significado del Kadish suele darse por sentado. Es una respuesta dada desde los confines más remotos del alma; una respuesta primitiva y casi hipnótica a la sagrada exigencia de santificar a Di-s Todopoderoso. Su apasionado recitado inspira una alegre y saludable hombría en un momento de profunda pena.

El Kadish figura en el servicio tradicional trece veces. Se lo recita al concluir todas las plegarias principales y al concluir el servicio. También, sirve de recitación intermedia en cada punto de enlace del servicio. Se lo recita después del período de estudio del Talmud, en el cementerio, después de un entierro, en los servicios durante el año de duelo y en cada yarzeit.

Los sabios nos enseñaron que aquel que recita el Kadish con plena convicción y con todas sus fuerzas será merecedor de la anulación de cualquier decreto divino que se haya hecho en su contra. De hecho, los sabios afirman que hasta el mundo mismo se mantiene gracias a su recitación, y que este redime a los muertos de la perdición en forma taxativa.

El Kadish era considerado de mucha importancia en la vida religiosa de una persona judía, por eso, se lo recitaba en arameo, que era el idioma en que hablaba el pueblo judío en la Antigüedad, para que todos pudieran entender lo que se decía. Y a modo de testimonio de su continuo poder, se lo sigue recitando en ese mismo idioma hasta el día de hoy. Otra razón que se da para el uso del arameo es que el Kadish funcionaba como un método educativo que enseñaba que la vida diaria y secular debía infundirse e impregnarse de santidad, entonces, esta oración sería el epítome de la santidad. Casi en forma inevitable, ocurrió que cobró una popularidad excesiva, tanta que los sabios se vieron en la obligación de advertirle al pueblo que no confiara en él como si se tratara de un poder mágico; ya que por atribuírsele estos poderes, aumentaba la cantidad de veces que se lo recitaba, y esto podía producir consecuencias indeseables. Es decir, la plegaria por los muertos podría convertirse así en el momento central de los servicios de oración.

A pesar de toda su majestad, su grandiosidad y su importancia, los orígenes del Kadish dentro de nuestra antigua tradición religiosa son oscuros. A partir de la escasas y breves referencias que hay de él en el Talmud, es evidente que la recitación de su esencia, el Iehé Shmé rabá, “Que Su gran Nombre sea bendito”, era una costumbre tan enraizada que su origen y su significado se daban por sentados. Es muy probable que haya sido creado tras la destrucción del Primer Templo y que se haya recitado especialmente después de una conferencia o de un discurso acerca de algún tema de la Torá. Luego, se introdujo con facilidad al servicio de rezos, al que se adaptaba con suma perfección dada su temática y sus respuestas.

Con el tiempo, surgieron cinco variantes del Kadish básico que comprendían el Iehé Shmé Rabá, que es la esencia del Kadish.

1. La forma abreviada, denominada “Medio Kadish”, que se usa como temática transicional tras las secciones de menor importancia en el servicio.

2. El “Kadish completo”, que se usa para dar finalización a las principales partes del servicio e incluye la plegaria titkabel, en la que se le pide a Di-s que acepte las sentidas plegarias que acaban de pronunciarse.

3. El “Kadish de los rabinos”, que se usa como epílogo del estudio de la literatura rabínica y contiene la rúbrica a Israel, que es una plegaria por el bienestar de los que estudian la Torá y de todo Israel con la esperanza de que puedan dedicarse en forma ininterrumpida a su sagrada tarea.

Hasta este punto de la historia, el Kadish era considerado de gran importancia, pero su significado era apreciado solo por los eruditos y los alumnos, quienes comprendían el sentido más profundo de las plegarias. En el tratado Sofrim, un antiguo documento gueónico de la época medieval, se nos dice que se empezó a utilizar rápidamente como una recitación solemne al final del período de shivá, período en el que se guardaba luto por la muerte de un sabio. El Kadish comenzó a ser más popular cuando, para evitar distinciones embarazosas entre sabios y legos, se empezó a usar para todas las personas que se morían; en especial, lo hacían los más jóvenes, que no sabían recitar las plegarias ni estudiar la Ley oral. Entonces, empezó a suscitar el interés de todos los judíos, eruditos e iletrados por igual, y se recitaba al cerrar cada tumba judía.

4. Así fue como surgió una cuarta forma de Kadish, el “Kadish de Sepultura”, que es en el que se añade un párrafo que se refiere a la resurrección de los muertos y la restauración del Templo. (Para obtener la transliteración del Kadish de Sepultura, véase más abajo). Así fue como se asoció con las emociones más profundas del ser humano.

5. El servicio específico muy pronto incorporó una quinta forma de Kadish, el “Kadish del Doliente”, que se recitaba durante el primer año tras el entierro de una persona y se convirtió en la plegaria principal para los dolientes judíos de todas las edades. Si bien no ha quedado en el Kadish del Doliente ninguna referencia explícita a la tumba o a los muertos o a la vida después de la muerte, su recitado se adaptaba mucho al estado de ánimo del doliente y, así, pasó a ser un componente muy apreciado del pueblo judío, más allá del apego sectario.

La función del Kadish

El Kadish del Doliente cumple dos funciones prácticas: 1) armoniza con el espíritu interno del doliente curando en forma imperceptible sus heridas psicológicas y 2) le enseña al doliente lecciones vitales y profundas acerca de la vida y la muerte y sobre la conquista del mal. Por lo tanto, no es un hecho azaroso que el Kadish se haya vuelto tan importante para las personas asoladas por el dolor y que, con el transcurso del tiempo, se haya transformado en el distintivo del dolor por la pérdida de un ser querido.

El Kadish como Forma de Consuelo

Ya en la Antigüedad, el Kadish estaba asociado con el consuelo de los dolientes (nejamá). En la fuente más antigua que trata el tema del Kadish del Doliente, vemos que el líder del servicio se dirigía a la parte trasera de la sinagoga, donde se congregaban los deudos, y en forma pública los reconfortaba con la bendición del doliente y el Kadish. Cabe destacar que la recitación del Kadish coincide con la cantidad de tiempo durante la cual la tradición manda a los judíos a que consuelen a los dolientes por la muerte de sus padres, vale decir, doce meses. (Con posterioridad, la tradición redujo este período a once meses).

Con un espíritu de consuelo y renuncia, esta bellísima letanía se inicia con la admisión de que el mundo que solo Él –el Omnisciente Creador del Universo– conoce sigue siendo un misterio y una absoluta paradoja para el ser humano. Y culmina con un fuerte anhelo, expresado en las palabras que utilizaron los amigos de Job cuando trataron de consolarlo, osé shalom bimromav, que Él, quien es lo suficientemente poderoso como para hacer las paces entre los distintos cuerpos celestes, también, traiga la paz a toda la humanidad.

Al fin, oramos para lograr, en las palabras del Kadish, la nejemata, el consuelo de todo el pueblo judío no solo por sus muertos, sino también por la destrucción de su antiguo Templo y por su santa ciudad, Jerusalén. De hecho, muchos rabinos sostienen que el Kadish tiene su origen en la plegaria compuesta específicamente por los hombres de la Gran Asamblea para consolar a la población tras la destrucción del primer Templo y su posterior exilio. De hecho, fue en respuesta a esta tragedia histórica que Ezequiel clamó por primera vez el mensaje a partir del que la tradición tomó las palabras iniciales del Kadish: “He exaltado y santificado mi nombre y lo he dado a conocer a los ojos de todas las naciones y ellas sabrán que Yo soy el Eterno”. El Amo de todo le traerá salvación a su pueblo.

Además de los conceptos que encontramos en el Kadish, las palabras mismas ofrecen un cierto consuelo implícito. Dada la acentuación y la repetición de los pensamientos positivos de “vida” y “paz”, estos valores quedan impresos en las personas apabulladas y en las personas que tienen el corazón triste. El Kadish transfiere en forma subliminal la mirada fija e interna del doliente del ser que ha fallecido a los seres con vida, de la crisis a la paz, de la desesperación a la esperanza, del aislamiento a la comunidad.

De hecho, en ese momento tan crucial en el que la fe se sacude más que nunca y en el que,es muy probable que se sienta rebeldía contra Di-s por la muerte de un ser querido, el individuo se levanta para recitar las alabanzas del Creador: Isgadal ve-iskadash…, magnificado y santificado sea Él que creó el Universo… Todas las leyes de la naturaleza operan de acuerdo con su voluntad. Precisamente, en el momento en el que el hombre pone el foco en el Reino del Cielo, en el mundo de los muertos, en el destino de su ser querido, el Kadish, en forma silenciosa casi imperceptible, transfiere su mirada hacia el reino de Di-s en la tierra, entre los seres vivos –ve-iamlij maljusei be-jaiejon u-ve-iomejon. “Que Él establezca Su reino durante tu vida y en tus días”. Cuando la visión del hombre se vuelve borrosa con las imágenes de un cuerpo inerte, con mortajas y con el ataúd y con la tumba, con la descomposición y la desintegración final del ser humano, el Kadish llena la mente del doliente con “vida” y “días” y “este mundo” a través de la constante e hipnótica repetición, a la mañana y a la noche, de las palabras jaim y iamim y olam. Cuando el doliente se siente desorientado y transtornado, agitado y lleno de conflicto y de culpa, el Kadish lo hipnotiza con pensamientos de descanso eterno y tranquilidad eterna, y enfatiza una y otra vez la paz que hizo Di-s en los cielos, y el shalom que Él trae a los seres humanos en la tierra.

Otra de las principales técnicas de consuelo del Kadish es la insistencia, dado que se trata de una plegaria de santidad, de que sea recitado solo en presencia de un quórum público (diez hombres) y jamás en privado. Su recitación, que suele llevarse a cabo junto a otros tantos dolientes, crea un ambiente de camaradería en un momento de profunda soledad y desamparo. Y enseña en forma implícita que las demás personas sufren o han sufrido un dolor similar; que la muerte es el fin natural de toda la vida –si bien muchas veces resulta ser bastante inoportuna– y que el ritmo del hombre ha sido básicamente el mismo desde los días en que Adán se negó a comer del Árbol de la Vida.

Vemos entonces que el Kadish es una plegaria de consuelo, grandiosa en su concepción espiritual, dramática en su ritmo y en la música de las palabras, y profunda en los conceptos psicológicos que contiene.

Cuando los dolientes consuelan al amo

Un gran sabio jasídico señaló que la muerte de cada una de las criaturas de Di-s causa un vacío en las filas del exaltado Rey. Según él, se recita el Kadish con la esperanza de que se llene ese vacío. Al poeta israelí S. Y. Agnon, Premio Nobel de Literatura, le quedó la tarea de interpretar esto con una bellísima antología.

El Rey de Reyes, Di-s Todopoderoso, no es como un rey de carne y hueso. Porque cuando un rey les ordena a sus tropas que vayan a luchar, él percibe sólo los grandes efectos, la logística masiva y el gran objetivo. Él no conoce a los hombres en forma individual, y ellos no son distinguibles los unos de los otros, sino que son meramente máquinas humanas transportando rifles y cumpliendo con su función. Si él pierde la mitad del regimiento, lamentará la muerte multitudinaria, pero no va a guardar luto por cada ser humano en forma individual.

Sin embargo, en el caso del Rey de Reyes, es todo muy diferente. Él es el Amo del Universo, y aun así siente interés por cada vida en forma individual. Los hombres no son máquinas ni cifras, sino que son seres humanos. Y cuando los soldados de Di-s mueren, Él, por así decirlo, guarda luto por cada uno de ellos. Y cuando muere un hombre, su propio nombre se ve disminuido y su propia santidad se reduce. Su reino sufre una terrible carencia. Di-s sufre igual que sufre el doliente de carne y hueso.

Al recitar el Kadish, le estamos ofreciendo a Di-s consuelo por su pérdida. Decimos isgadal, Tu nombre ha sido disminuido, que sea entonces magnificado; iskadash, Tu santidad se ha reducido, que aumente entonces: yamlij maljusoi, Tu reino ha sufrido una pérdida repentina, que reine eternamente.

Esta sorprendente interpretación del Kadish –según la cual el doliente intenta ofrecerle consuelo al Amo de todos los hombres– es en sí misma un consuelo a los que sufrieron una pérdida. Al saber que Di-s se interesa por cada ser humano y que sufre por la pérdida de cada una de sus criaturas, que fueron hechas a su propia imagen, constituye una fuente de calidez y de consuelo.

El Kadish como medio educativo

Más allá de lo literal, la declaración del Kadish expresa un pensamiento que es indispensable para poder comprender la actitud del judaísmo frente a la vida: la aceptación del dolor en apariencia inmerecido y de las irrazonables tragedias de la vida como el acto justo –aunque paradójico– de un Di-s absolutamente sabio. La plegaria de Kadish aparece en las fuentes antiguas a la par del tziduk ha-din, la plegaria en la que se justifica el edicto de Di-s. Dicha plegaria se recita en el momento del entierro y proclama: “El Eterno ha dado y el Eterno ha quitado. Que el Nombre del Eterno sea bendecido”.

El Kadish se hace eco de esta temática –“Que Su gran Nombre sea bendecido por siempre y por toda la eternidad”– y contiene el espíritu de reconocimiento de que Di-s Todopoderoso conoce nuestros más recónditos secretos y que Él nos recompensa y nos castiga en forma justa y confiable, que Él sabe qué es lo mejor para la humanidad y que todo lo que Él hace es para el eventual beneficio de toda la raza humana. Solo en virtud de esta aceptación de la muerte como la justa e inexorable finalización de la vida es que podemos vivir la vida aprovechándola al máximo. Y solo a través del difícil –más necesario– reconocimiento de que el Creador es el único que entiende el diseño de su creación, podemos evitar que el obstinado cuestionamiento de imponderables –que son capaces de agotar nuestra misma existencia– nos incapacite como personas. Eso es precisamente lo que recitamos en el Kadish: “Magnificado y santificado sea Su gran Nombre, en el mundo que Él creó de acuerdo con Su voluntad”. El mundo que se conduce de una forma que va mucho más allá de nuestro entendimiento y que actúa solo en conformidad con su voluntad. ¿Cómo nuestro intelecto tan limitado va a poder concebir siquiera su exaltada grandeza o sondar en la infinita profundidad de la mente Divina? Si ocurre una tragedia, si a nuestra familia le sobrevienen épocas difíciles, tenemos fe en que Di-s, que es todo justicia, ha obrado en forma justa.

La significancia del Kadish

Un reflejo del aprecio paterno

Sin embargo, la verdadera función del Kadish va mucho más allá. Por encima de la ayuda psicológica que otorga, más allá de educar al doliente a que se ajuste a la tragedia, ¿acaso no existe una cierta influencia misteriosa, algún poder maravilloso que afecta en forma tan maravillosa el alma del doliente? ¿De qué manera el Kadish se relaciona con el duelo por los padres?

En pocas palabras: el Kadish es el abrazo de una generación con otra, el lazo que conecta dos vidas. ¿Qué mejor consuelo hay para el doliente que saber que las ideas y las esperanzas y los temas de interés y los compromisos del difunto continúan en la vida de su propia familia? El hecho de que el hijo recite el Kadish representa la continuación de esa vida y arrebata el valor más profundo del individuo de las tenebrosas mandíbulas de la muerte.

¿De qué manera sucede eso? La tradición judía reconoce la importante influencia que tiene el padre sobre el hijo, en vida del padre. El “mérito de los padres” es una temática muy marcada y muy importante en la literatura rabínica. Debemos recordar que, en términos colectivos, el judío le pide compasión a Di-s en reconocimiento de los actos virtuosos que llevaron a cabo los patriarcas, que son nuestros antepasados. La tradición, también, reconoce que los pecados de los padres –los motivos impuros, la riqueza obtenida en forma ilegal, la vida sin un propósito, etc…– pueden dejarse sentir en la vida de los hijos durante muchas generaciones. La psiquis del niño lleva grabada la indeleble impronta de su padre tanto si algo nos parece justo como si no nos lo parece. Sin embargo, a pesar de todo eso, en el pensamiento judío jamás se consideró que el padre sea capaz de redimir a su hijo díscolo en virtud de sus propios actos buenos ante Di-s. Por ejemplo, Abraham no pudo salvar a su hijo Ishmael. Del mismo modo, Isaac no pudo salvar a su codicioso hijo Esav. Sin embargo, lo más curioso es que, en el complejo cálculo del espíritu, sí, ocurre lo contrario. Los actos del hijo son capaces de redimir la vida del padre, incluso, después de que este ha fallecido.

Qué linda inversión de roles: en vez de “el mérito de los padres”, ahora es “el mérito de los hijos”. Las virtudes éticas, religiosas y sociales de los hijos sirven para colocar halos sobre sus padres. El Talmud declara: bera mezaké aba –el hijo dota al padre. En otra instancia, Rabí Shimon Bar Iojai afirma: ma zaró ba-jaím, af hu ba-jaím, mientras sus hijos vivan, el padre también vivirá. Aquellos padres que dejan en este mundo hijos dignos no mueren de espíritu. Sus restos mortales están enterrados en el cementerio, pero sus enseñanzas permanecen vivas junto a ellos.

Si bien es cierto que ninguna persona puede interceder ante Di-s por la vida de otra persona –ni el padre por el hijo ni el hijo por el padre–, uno puede modificar la significancia de la vida de la otra persona e infundirla de sentido y valor. Así como se juzga al árbol por sus frutos y al artesano por sus productos, así también el padre alcanza significancia como persona a través del éxito moral de su hijo. El Talmud cuenta que David, quien había dejado un hijo digno de su padre, se “durmió” (en vez de “se murió”), lo que alude a la continuidad de la vida. Pero con respecto a Ioav, quien no tenía un hijo que pudiera heredar su grandeza, el Talmud dice que “se murió”, implicando finalidad. El reflejo del hijo en el padre ocurre en vida y también ocurre después de la muerte del padre.

Con respecto a esto, el Kadish alcanza el valor más profundo, porque sirve de epílogo a la vida humana del mismo modo que históricamente sirvió de epílogo al estudio de la Torá. ¿Acaso esta vida se caracterizó por la bondad y la dignidad y la nobleza o tal vez por la vergüenza y el oprobio, por la insensatez y la debilidad? Sea como fuere, el Kadish es muy eficaz. Los Sabios afirman que al recitarlo, por un lado, el hijo está confirmando que su padre vivió una vida de bondad; y por el otro, está efectuando el arrepentimiento por los pecados que su padre cometió en su vida.

De hecho, los rabinos declaran que cada persona tiene el deber de honrar a sus padres después de su muerte igual que lo hizo en vida. El Kadish es una demostración verbal del profundo y el permanente honor que los judíos debían demostrarles a los padres a partir del día en el que se pronunció el Quinto Mandamiento en el Sinaí. La duración misma de la recitación del Kadish para los padres da amplio testimonio de eso. Y dado que se enseña que el alma del pecador es sometida a juicio durante un año entero tras el fallecimiento, el hijo, en muestra de reverencia por el padre, termina de recitarlo a los once meses y da testimonio, en el elocuente silencio de todo ese mes, de la bondad de aquellos que lo trajeron a este mundo.

No es la recitación del Kadish por sí sola el símbolo de la enseñanza paterna, sino también el hecho de que el doliente suscita una respuesta de santidad en los demás haciendo que los demás proclamen la grandeza de Di-s junto con él. Esto es lo que los sabios denominan “Kidush HaShem”, la Santificación del Nombre. El doliente anuncia: “Magnificado y santificado sea Su gran Nombre” y los demás responden: “Que Su gran Nombre sea bendecido por toda la eternidad”. Luego, el doliente prosigue: “Bendecido, alabado, glorificado y exaltado; encomiado, honrado, magnificado y loado sea el Nombre del Santo Bendito Sea”, entonces, la congregación responde: “Bendito sea”. Vemos entonces que el Kadish es una santificación pública del Nombre de Di-s. Es un servicio independiente en miniatura que alcanza altísimos niveles de santidad, y este gran triunfo espiritual es el que refleja la vida de los padres y confirma la rectitud de sus enseñanzas.

Pero si los padres se apartaron del buen camino o pecaron y profanaron el Nombre de Di-s –lo que se denomina “jilul HaShem”–, entonces, el Kadish, que es la santificación del Nombre –Kidush HaShem– se considera una genuina forma de arrepentimiento para los difuntos, y los redime del castigo. El Kadish no es una plegaria explícita para esta redención de los padres, sino que su recitación es una indicación de que han salido cosas buenas de ellos y por lo tanto ejerce un efecto redentor.

El episodio más fundamental y más conocido con respecto al Kadish es la visión mística del gran sabio Rabí Akiva. Dicho episodio aparece documentado en varias fuentes, como el Talmud, el Midrash, el Zohar y demás obras literarias que dan cuenta de su amplia aceptación y de su enorme popularidad. Y el relato es así: Rabí Akiva tuvo una visión de un pecador conocido que había muerto y que había sido condenado a un castigo intolerable. En la visión, el pecador le informó a Rabí Akiva que solo si su hijo recitaba Borju y Kadish, él podría ser redimido. El rabino se dirigió entonces a enseñarle al joven estas plegarias.

Cuando el joven recitó el Kadish, salvó a su padre de la perdición. ¡Vemos así que el hijo dota al padre!

Además, este concepto de “el mérito de los hijos” está históricamente asociado con la esencia básica y la respuesta del Kadish. Según la tradición, Jacob tuvo un diálogo con sus doce hijos. Jacob había sentido gran ansiedad por lo que le depararía el futuro. Temía que algunos de sus hijos siguieran los pasos de su tío, Esaú, o de su tío abuelo, Ishmael. ¿Acaso era posible que alguno de sus hijos se apartara de la fe de sus padres? Consternado, Jacob confrontó a los hijos, y entonces, ellos declararon: “Escucha, oh Israel (Jacob), el Eterno nuestro Di-s, el Eterno es Uno”. Con gran alivio por saber que sus hijos eran meritorios, Jacob respondió con tremenda gratitud: “Bendito sea Su Nombre, cuyo glorioso reinado es por siempre y por toda la eternidad”. Esta respuesta se ha conservado como el versículo que viene en forma inmediata después del Shemá: Baruj shem Kacob maljutó le-olam va-ed. En la forma aramea, es casi idéntico a la respuesta central del Kadish: iehé shmé rabá mevoraj le-olam u-le-olmei olmaiá, “Que Su gran Nombre sea bendito por siempre y por toda la eternidad”. El Kadish es un firme lazo entre una generación y otra.

Cuando la muerte acecha, pone fin a la vida física. Se corta la corriente. Eso es todo. Pero el espíritu es más poderoso que la tumba. Los pensamientos y las emociones, los ideales y las actitudes de los herederos dan testimonio de la influencia imperecedera de los muertos. La recitación del Kadish es una demostración pública de que la vida del padre no fue vivida sin promover, en cierto sentido, la causa del bien. No es exagerado decir que el abrazo espiritual del Kadish ha ayudado a asegurar la continua supervivencia del pueblo judío, la religión judía, la sinagoga y sus principales instituciones.