El padre trae al hijo a este mundo; el hijo puede traer al padre al mundo venidero.

Cuando el alma se va de este mundo y emprende su viaje hacia arriba, los hijos pueden ayudarla en el camino. Cuando el hijo trae más luz y más santidad a este mundo, el alma del padre o de la madre asciende más y más alto. Recitar el kadish es una de las herramientas de luz muy poderosa con que cuentan los hijos de los difuntos.

En realidad, el kadish es solamente un marco en torno a las palabras centrales que recita toda la congregación: “Que Su gran nombre sea bendito por siempre y por toda la eternidad”. Cuando el doliente recita el kadish y la congregación responde proclamando al unísono esas mismas palabras, un destello de luz atraviesa todos los mundos, y el alma del difunto se eleva más y más.

Incluso, si uno no dejó hijos, también, es posible que otro judío ayude a esa alma al decir por ella kadish. Estamos todos conectados.

¿Quién?

Los hijos varones dicen kadish por sus padres y sus madres en forma diaria durante once meses después del fallecimiento y anualmente en el aniversario del fallecimiento (según el calendario judío).

Si el difunto no dejó hijos ‒o si dejó un hijo, pero no puede asistir a la sinagoga‒ lo ideal es que otro familiar varón (cuyo padre o cuya madre también haya fallecido) diga kadish. Y si no, se le debe pedir a otra persona que lo haga en su lugar. Muchas ieshivás ofrecen este servicio a cambio de una donación.

¿Cuándo?

Rezamos tres veces al día: mañana, tarde y noche. El kadish del doliente se dice por lo menos una vez durante el curso de cada una de estas plegarias.

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¿Estás buscando un lugar donde decir el kadish? Localiza la sinagoga Jabad más cercana. Antes de ir, habla con el rabino, es una buena idea. Averigua las horas de los rezos. No tengas vergüenza de pedir ayuda mientras te familiarizas con la sinagoga.