La semana pasada, hablaba con unos profesionales de la medicina acerca de la práctica cultural específica del brit milá (la circuncisión) desde una perspectiva judía, y sobre cómo difiere de la circuncisión médica de rutina. Una de las enfermeras me pidió que explicara el origen de la práctica y la centralidad del brit en nuestra religión.
Comencé el curso intensivo de la milá con una charla sobre nuestro ancestro Abraham (el primer judío en ser circuncidado... ¡a los 99 años!) y su hijo Itzjak (el primer judío en ser circuncidado a los ocho días de nacer). Describí cómo todos los judíos, a lo largo de la historia y en todas las circunstancias, han circuncidado a sus hijos. El grupo estaba fascinado por aprender cómo incluso los padres no observantes ponen tanta dedicación en esta mitzvá en particular que, si es necesario, traen a un mohel (un profesional de la circuncisión) desde lejos y en avión, sólo para asegurarse de que su precioso recién nacido tenga un brit casher.
Se fascinaron todavía más cuando les conté la historia del bisabuelo de mi esposa, el rabí Yitzjak Raskin, que era mohel en Leningrado en las oscuras épocas de la Rusia estalinista y, a pesar de conocer los peligros, arriesgó su vida repetidas veces para hacer circuncisiones. Y al final fue, por supuesto, arrestado por los soviéticos y ejecutado por sus “crímenes”. Cuando lo estaban conduciendo, esposado, hacia afuera de su casa, las últimas palabras que dijo a sus niños fueron: “Kinderlaj, ir zolt gein in di veguen oif vos men nemt mir avek”. “Queridos hijos: deberían dedicar sus vidas a aquello por lo que hoy me arrestan”. Mientras contaba esta historia, podía escucharse la agitada respiración de los presentes, e incluso un doctor gritó un “¡no!” cargado de sorpresa.
En el momento, me sorprendió un poco esa reacción tan visceral. Pero cuando pensé en ello un poco más tarde, me di cuenta de que había crecido escuchando historias sobre la fe, el coraje y el sacrificio. Mis abuelos perdieron a la mayor parte de sus familias en el Holocausto. Cada familia tuvo su propia historia de parientes asesinados y milagrosas huidas de la opresión. Había gente en todas las sinagogas con números en los brazos.
Pero para alguien con un trasfondo cultural diferente, uno puede comprender que el hecho de que alguien esté dispuesto a arriesgar su vida por un acto de fe, o a alentar a sus hijos a hacer lo mismo a sabiendas de las consecuencias, se considere extraordinario.
En la parashá de esta semana aprendemos que quien entra en contacto con un cadáver se convierte, por ritual, en impuro. El tema se introduce con las palabras “Esta es la Torá para cuando un hombre muera...”1 . Los sabios del Talmud interpretan de manera creativa estas palabras, como un mensaje de inspiración de que “la Torá sólo sobrevivirá gracias a aquellos que sacrifican su vida por ella”.2
No se les pide a todos que mueran por la Torá, y aun así, ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a vivir nuestras vidas como si fuéramos a morir por ella? Casi todos los judíos vivos hoy descienden de alguien que estaba dispuesto a arriesgar su vida por el judaísmo. Y depende de los sacrificios que hagamos hoy que haya siempre judíos que sigan el camino del judaísmo.
Espero con sinceridad que mis hijos nunca me vean siendo conducido afuera de nuestra casa por llevar a cabo mitzvot, pero me avergüenza pensar lo que me ven hacer con mi tiempo hoy. ¿Priorizo la Torá y busco de manera activa oportunidades para realizar mitzvot, o pierdo mi tiempo en tonterías?
Como padres judíos, queremos que nuestros hijos sigan siendo judíos, se casen con judíos y nos brinden najat (orgullo) judío. Y aunque podemos decirles a nuestros hijos lo que queramos (pedirles, alentarlos, rogarles que sigan los caminos de la Torá) nuestros hijos entienden las acciones más que las palabras, y al mirarnos aprenden cuáles son nuestras prioridades reales.
Si nuestros niños ven que estamos dispuestos a sacrificar lo que sea por una mitzvá, podemos garantizar que seguirán los caminos de la Torá y del judaísmo, y que las mitzvot se mantendrán para siempre en las futuras generaciones.
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