Querida Rachel:

Hace poco que soy religiosa y estoy recientemente divorciada.

La comunidad a la que pertenezco me ha dado mucho apoyo y se asegura de que no esté sola para shabat o para las fiestas. El problema es que estoy empezando a sentirme incómoda por quedarme a comer siempre en casa de las mismas familias.

Me dicen que los considere como familiares y que siempre soy bienvenida, pero esto me resulta muy inusual. Además de no querer ser una carga, no quiero hacerme tan dependiente de ellos por esperar siempre que me inviten. No quiero insultarlos ni privarme de buena compañía. Estoy confundida sobre cuál es el equilibrio adecuado. Tampoco quiero que nadie sienta lástima por mí.

No quiere abusar de la hospitalidad

Estimada lectora:

Mencionas un problema bastante común en estos días. Es una pena que haya mucha gente sola, ya sea viuda o divorciada o soltera, que pueda sentirse incómoda en un mundo religioso tan orientado a la familia.

Antes de que aborde tus sentimientos, quiero mencionar algunas cosas en general. Está escrito en los Salmos: “Se construirá un mundo de bondad (jésed)”. (O, “La bondad se construirá para siempre”).1 El mundo está lleno de bondad, como primero lo demostró el patriarca Abraham, cuya mitzvá más ejemplar era recibir invitados. Mientras el mundo secular puede estimular la privacidad y prefiere las visitas en moderación, en la cultura judía, recibir a las visitas en el hogar es considerado un honor. Y para que el mundo se construya sobre la jésed, alguien tiene que recibirla. Claro que puedes desear ser quien la ofrece; pero sin que alguien la reciba, no habría jésed .

Todos tenemos el poder de dar y hacer jésed para otros. Estoy segura de que hay maneras en que haces cosas amables para tus anfitriones, así como para otros. La actitud de agradecimiento también es jésed. A la gente le gusta sentir que su ayuda es apreciada. Además, cuando te invitan, puedes llevar (si aún no lo estás haciendo) un regalo o un postre, o puedes ayudar a servir o a recoger los platos después de la comida. Simplemente siendo una visita amable y amena se agrega mucho a la experiencia del shabat. Trata de recordar que una mesa no es una mesa de shabat sin invitados, y estás ayudando a que esa sea una mesa de shabat.

Hay una gran diferencia entre apenarse por alguien y hacerlo sentir bienvenido. ¡Jésed no es lástima! Es emular a Di-s, y de la misma manera en que disfrutas del sol o de una fruta fresca sabiendo que son regalos de Di-s, puedes disfrutar de la amabilidad de otras personas. También te sugiero que busques tus propias formas de hacer jésed. Todos tienen dones especiales para ayudar a los demás. Ayudar a otros mantendrá tu autoestima intacta y te permitirá disfrutar de la amabilidad ajena con gentileza. El judaísmo no es pagar con la misma moneda, sino una cadena de favores.

Si estás preocupada por hacerte muy dependiente de la amabilidad de esta gente o simplemente quieres romper la rutina, puedes hacer otros planes, o ir a un shabatón o a un fin de semana para judíos solos, visitar amigos de otra ciudad, o irte de vacaciones. Puedes visitar otra comunidad para shabat: puedes llamar al rabino de la congregación y preguntarle si hay familias que necesitan invitados. También puedes organizar tu propia cena de shabat con otras personas solas o una semana invitar a tu casa a la familia que suele acogerte. (Si por alguna razón esto es un problema, invítalos a cenar fuera durante la semana). Puedes seguir siendo una invitada regular y sentirte en tu casa aunque no vayas todos los shabatot. Explorar otras opciones también te puede ofrecer ocasiones para conocer gente nueva que puede llevar a oportunidades de casamiento u otros acontecimientos sociales. Es importante que lo hagas sin insultar a tus anfitriones; diles que te sientes lo suficientemente cómoda como para postergar una cena.

No juzgues la situación desde una perspectiva occidental. Tus anfitriones tienen razón: todos somos una familia y es evidente que te han integrado en su seno. El sentimiento de incomodidad se origina de tu lado; si proyectas la alegría y la gratitud de sentarte a la mesa de tus anfitriones y buscas formas de ayudar, te sentirás mucho más cómoda. Creo que una de las razones por las que te sientes incómoda es que temes que este sea el statu quo para siempre. Y eso no tiene por qué ser así. Puedes volver a casarte en un futuro cercano, o mudarte a otro barrio, o hacer nuevos amigos que quieran compartir el honor de invitarte. La vida es dinámica y es poco probable que tu situación no cambie en algún momento. Hasta ese entonces, pareciera que estos amigos están contentos de que estés con ellos.

Te deseo éxito para que pronto construyas tu propio hogar, donde tengas el honor de recibir muchos invitados. Verás entonces cuánto ha significado tu presencia para las familias que te han recibido.

Rachel