A veces la gente llama a alguien tzadik sólo por ser una persona de bondad excepcional. También hay veces en las que se cruzan con algún superhéroe espiritual, alguien que parece más un ángel que un ser humano, y dicen: “¡Ese es un tzadik!”.
Sin embargo, lo más especial de un tzadik es que, en realidad, es el más humano de los seres humanos.
Tzadik (צדיק) se desprende del verbo hebreo צדק [TzDK], que porta el significado de hacer lo que es justo y correcto. A las pesas bien calibradas se las denomina monzei tzedek. Se implora al juez: “¡Tzedek, tzedek debes perseguir!”, lo que significa: lo que se ha hecho mal debe corregirse, lo que ha sido robado debe ser devuelto a su dueño, no deben sufrir los inocentes, y aquellos que hayan hecho daño deben ser reprendidos para que vuelvan a hacer el bien. Tzedek es convertir todo en lo que debería ser.
Así también, la personalidad del tzadik se calibra según las especificaciones originales del Fabricante, para que todo en él sea tal como lo quiso el Creador, y todo lo que él desee sea lo que el Creador desea. Un tzadik es alguien que encarna la concepción fundamental del ser humano que tiene el Creador.
Esto significa que el tzadik es un ser humano como cualquiera de nosotros. El tzadik siente dolor y siente placer. Sonríe, llora y ríe. Sufre por la amargura del espíritu, y danza con alegría. A veces su corazón palpita de amor y otras la sangre le hierve de ira. Se frustra con el fracaso, se alegra con el éxito; celebra la vida y se lamenta cuando aquellos que ama deben partir. Porque todas estas cosas forman parte del carácter del ser humano tal como Di-s lo hizo, por lo que también son divinas.
Como todos nosotros, el tzadik debe comer y dormir. Debe tomarse tiempo para el ocio, y disfruta de la compañía de otros. Pero hace todas esas cosas de un modo más elevado, un modo divino. Porque, para el tzadik, no hay nada que simplemente “sea”. Todo tiene un propósito; en todo ve un significado. Para el tzadik, todo lo que existe es un medio para conectarse con un Di-s infinito.
Esto es, entonces, un tzadik: alguien en quien vemos nuestro verdadero yo, que nos permite darnos cuenta de que cada uno de nosotros es, en esencia, divino. Y entonces, sólo con estar ahí, pero en especial cuando establecemos un vínculo con él, nos conecta con el Di-s que respira dentro de cada uno de nosotros.
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