Hay una diferencia de opinión fundamental entre dos de los más grandes sabios medievales, el Rambam (rabí Moshé ben Maimón) y el Ramban (rabí Moshé ben Najman), respecto de la duración de la era mesiánica.

El Rambam sostiene que la recompensa definitiva por nuestras buenas acciones estará en el Gan Edén espiritual (“el paraíso”), para que la experimenten sólo las almas. El cuerpo físico finito, explica, representa un impedimento para la capacidad infinitamente mayor que tiene el alma de experimentar placeres espirituales inimaginables. Por definición, la era de la resurrección será temporal. En algún momento, todos los que fueron creados a partir del polvo volverán a ser polvo, y todas las almas regresarán al Gan Edén, donde permanecerán durante toda la eternidad.

(Aunque no sea la recompensa definitiva, la resurrección es necesaria, y el mismo Rambam considera la fe en la resurrección como uno de los trece principios de fe judía. Aparentemente, esto se debe a que el cuerpo y el alma son compañeros en todas las buenas acciones que se llevan a cabo. Ambos deben ser recompensados en conformidad).

El Ramban está muy en desacuerdo. Argumenta que, según varias pruebas talmúdicas, el Gan Edén —a pesar de su grandeza y de la intensidad de placer que otorga a las almas que alberga— es una simple “sala de espera” para las almas mientras aguardan la llegada de su recompensa definitiva, la era mesiánica. En ese momento, todas las almas se reunirán con sus respectivos cuerpos para no volver a separarse.

Los maestros cabalísticos y jasídicos coinciden con la perspectiva del Ramban. Su razonamiento es el siguiente:

La energía divina que emana de Di-s (a la que nos referimos de manera metafórica como la “luz” de Di-s) se manifiesta y se revela más en los mundos espirituales más elevados (como el Gan Edén). Aun así, nos referimos a Di-s como “el que se esconde de todos los que están escondidos”, porque su esencia trasciende de igual manera las creaciones más elevadas y las menos elevadas, porque todo es nada en su presencia.

Sin embargo, es la esencia misma de Di-s la que se revelará en este mundo material durante la era mesiánica. Debido a su omnipotencia, él puede revelarse u ocultarse a voluntad: y es su elección revelarse en el reino en el que su pueblo trabajó duro y se sacrificó con amor durante miles de años para crear un lugar en el que pudiera vivir su Creador.