Rabi Pesaj Shapira, padre de Rabi Tzvi Elimelej de Dinov (conocido como el Bnei Isasjar por el nombre de su libro), era un melamed (maestro de niños) itinerante . Había acordado que permanecería en la casa de su patrón Reb Asher la mayor parte del año, enseñaría a sus hijos, y recibiría sus sueldos antes de cada Festividad. Viajaría a su casa con su dinero, ganado con sufrimiento, que bastaría para apoyar a su familia hasta la próxima fiesta.

Sin embargo, pasó que un mendigo vino al pueblo, buscando limosnas. Reb Asher, siendo más bien avaro, no deseó ayudar al mendigo. Rabi Pinjas no podía soportar el ver rechazar a un necesitado y marcharse sin nada, y le pidió a Reb Asher que le adelantara algo de dinero de su sueldo próximo para que tuviera algo que ofrecer al hombre, y Reb Asher estuvo de acuerdo.

Cuando otro pobre llegó algún tiempo después y enfrentó la misma perspectiva, Rabi Pinjas hizo la misma demanda a su patrón, y de nuevo el préstamo fue otorgado. Rabi Pinjas se acercó entonces a Reb Asher y sugirió que fuera un arreglo permanente: Siempre que un suplicante llegara, si Reb Asher no deseaba donar algo, debía darle algo del sueldo de Rabi Pinjas al hombre, y anotarlo en su cuenta.

Pasaron varios meses, y era tiempo de Rabi Pinjas de recibir su paga para que pudiera volver a casa con su familia para la fiesta de Pesaj. Cuando se presentó a su patrón para cobrar sus sueldos, sin embargo, se enfrentó con una grave desilusión: ¡Reb Asher le informó al infortunado melamed que después de contar todo la tzedaka que le había adelantado, nada restaba de su sueldo!

Rabi Pinjas se fue a casa con las manos vacías, pero no perdió la fe que de algún modo Hashem le proporcionaría lo necesario para su familia. Pasó los últimos días antes de la fiesta en la Ieshivá estudiando Torá, confiando en que esa salvación llegaría.

Un día, Tzvi Elimelej y sus jóvenes amigos estaban jugando fuera, cerca del correo local. Agitadamente vieron como un opulento carruaje se detuvo, y descendió un noble joven que ingresó al edificio del correo para realizar algún trámite comercial. Los niños estaban fascinados con el carruaje y se rindieron a la tentación de investigarlo. Cuando estaban trepando, el joven dejó el edificio, y aunque los otros muchachos se echaron a correr rápidamente, Tzvi Elimelej no fue lo necesariamente veloz. El hombre golpeó al muchacho en su mejilla, montado al carruaje y empezó a marcharse. Entonces, sintiendo al parecer, arrepentimiento por haberle pegado al jovencito, el noble le tiró una bolsa de dinero, como para compensarlo.

¡Tzvi Elimelej estaba alborozado – ahora su familia podría comprar las necesidades de la fiesta! Se dio prisa al Beit HaMidrash para mostrarle la bolsa a su padre, relatando la sucesión de eventos. ¡Cuando Rabi Pinjas contó el dinero, encontró que el total era la cantidad exacta que sumaban sus sueldos!

La familia se sentó alrededor de la mesa del Seder, agradecida por el milagro que les había permitido que celebraran la fiesta con todas sus necesidades proporcionadas. Cuando llegaron a ese punto en el Seder de Pesaj después de la comida, cuando la puerta se abre para demostrar nuestra confianza en la protección de Di-s y dar la bienvenida a Eliahu el profeta, Tzvi Elimelej corrió para abrir la puerta delantera. ¡De repente gritó: “El noble que me dio la bolsa está en la puerta! ¡Él ha venido probablemente a recuperar el dinero!”. Pero el niño estaba equivocado; no era un noble no-judío. Ni nadie más tuvo el mérito de verlo.