¿Sería lógico elegir a voluntad una situación que:
● te va a costar mucho dinero?
● te va a hacer pasar innumerables noches sin dormir?
● te va a crear muchísimos problemas (¡que olerán bastante mal!)?
● te quitará tiempo que no es fácil hacerse en un momento de la vida con muchas ocupaciones?
● causará una gran conmoción en tu cuerpo (y es posible que también en tu matrimonio)?
● te significará una responsabilidad apabullante durante los años venideros?
● no tiene (¡en absoluto!) resultados garantizados?
Y aun así, muchos de nosotros nos aventuramos a voluntad en la paternidad.
El profesor L. A. Paul, un distinguido filósofo metafísico, explica que la decisión de tener hijos no es racional. Las decisiones racionales se basan en los resultados, pero tener hijos es una “experiencia epistémicamente transformadora”. No puedes saber cómo será la experiencia de tener hijos propios hasta que lo experimentes en primera persona.
Este bebé puede transformarte tanto que su bienestar puede volverse más importante que el tuyo. Puedes cambiar por completo al encontrar espacio dentro de ti para un otro que se vuelve igual de importante, o incluso más importante que tú.
¿Tiene sentido? No. ¿Es lógico? No. Pero algunas de las experiencias más importantes de la vida son el resultado de acciones que están mucho más allá de la lógica.
La porción de la Torá de esta semana se llama Jukat, y habla de las leyes suprarracionales y de respetar las leyes de Di-s por devoción a su voluntad incluso cuando están más allá de nuestra comprensión. Comienza con la ley más enigmática: la ley de la vaca roja, cuyas cenizas fueron esparcidas sobre aquellos que se habían vuelto impuros para los rituales.
Entonces la persona limpia rociará sobre el inmundo [...] y quedará limpio al llegar la tarde [...]. [Pero] el que rocíe el agua para la impureza [...] quedará inmundo. (Bamidbar 19:19–21).
Una de las cuestiones fascinantes de este ritual es que aunque las cenizas purifican al individuo impuro, ¡el kohen que realiza este acto se vuelve él mismo impuro!
El Midrash Tanjuma elucida:
Todos los que están involucrados en la preparación de la vaca, desde el principio hasta el final, se vuelven impuros, pero ¡la vaca misma purifica lo impuro! Di-s dice: “He hecho un jok, un decreto”.
El Rebe señala que la Torá nos enseña aquí a preocuparnos por la impureza y la corrupción de otra persona y a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para rehabilitarla.
¿Y qué hay del tiempo, la energía y los recursos que me quitará? ¿Qué pasa si el contacto con él me hace apagarme, en un sentido emocional, material y espiritual?
Así como la Torá le enseña al kohen, quien es muy cuidadoso de no volverse impuro, cómo hacerlo, también lo hace imperativo para nosotros.
¿Tiene sentido? No. ¿Es lógico? No.
Pero la vida no se trata sólo de hacer cosas lógicas. Nuestras vidas tienen que ver con trascender nuestros egos: poner de lado nuestros propios intereses personales y abrirnos a amar a los demás y a hacer algo puro a partir de nuestra devoción a la voluntad de Di-s, incluso cuando está fuera del terreno de lo racional.
Ya lo sabemos: algunas de las experiencias más importantes de la vida son resultado de acciones que están mucho más allá de la lógica
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