Los sabios nos cuentan que hay una conexión entre los 613 preceptos (mitzvot) y el cuerpo humano. Señalan que hay 248 preceptos positivos, activos, cosas que deberíamos hacer, que se corresponden con los 248 miembros o partes del cuerpo. Hay 365 preceptos negativos, restrictivos, cosas que no debemos hacer, que se corresponden con el mismo número de tendones. El propósito de los preceptos es expresar la santidad por medio de nuestros cuerpos físicos al vivir la vida cotidiana: vivir como seres humanos y expresar devoción.
Para reflexionar sobre el significado de los preceptos, consideremos la naturaleza biológica del cuerpo. Conforma un todo integral, del que cada parte cumple un rol vital en el funcionamiento de la persona. A lo largo de los años, las investigaciones médicas han revelado cada vez más acerca de las funciones de los diferentes componentes del cuerpo, hasta el nivel de las enzimas, las hormonas, las moléculas de ADN y el código genético.
Sin embargo, todavía hay procesos de los que no se entiende mucho. Incluso durante nuestra vida, la práctica de extraernos las amígdalas o las adenoides se ha restringido porque se han descubierto funciones de estos órganos que antes se desconocían.
Es evidente que el cuerpo es una unidad maravillosa. Si hay algo sobre él que no puede entenderse en este momento, ya hemos aprendido a esperar que en algún momento se descubra y se entienda aún más. Cada detalle es significativo.
Se puede decir lo mismo sobre los preceptos de la Torá. Muchos pueden entenderse, en un cierto nivel. Sin embargo, otros no. A estos se los clasifica como jukim: estatutos inexplicables. En la vida judía hay un buen número de ellos.
El comienzo de la parashá Jukat (Bamidbar 19:1-22:1) da un ejemplo importante, aunque en realidad no seamos capaces de sostener esta ley hoy en día. Es el procedimiento de purificación mediante la vaca roja. Una persona que ha estado en contacto con los muertos se vuelve impura en un sentido particular, lo que significa que no puede ingresar al Templo. Las cenizas de la vaca roja se ponen en agua, y se rocía a la persona impura con algunas gotas. Ahora ya es pura y nuevamente puede entrar al Templo. La Torá utiliza la palabra “estatuto” —jukat— para describir este mandamiento.
No entendemos el concepto de impureza, ni tampoco por qué el procedimiento de la vaca roja purifica a la persona. La ley de la vaca roja es un símbolo de todas las leyes que no podemos reducir a términos simples y racionales.
Un ejemplo de la vida cotidiana actual es mantener la cashrut.1 Aunque no entendamos las leyes de la cashrut, de todos modos podemos aceptarlas y respetarlas. Son “órganos” del cuerpo de la Torá que tienen una utilidad vital, aunque la manera exacta en la que funcionan no sea clara para nosotros hoy.
Nuestro servicio a Di-s no puede verse limitado por nuestra comprensión. En la vida cotidiana, una persona ingiere comida mucho antes de entender cómo funciona el proceso digestivo. Usamos computadoras aunque no tengamos idea de cómo funcionan “en su interior”. Vamos al médico y seguimos su indicación de tomar medicamentos, incluso medicamentos herbarios, a pesar de no comprender por qué deberían tener un efecto curativo.
Cuando cumplimos un mandamiento sin saber su significado completo, demostramos que lo hacemos porque sabemos que nos ha sido encomendado por Di-s en la Torá, y que creemos y confiamos en que es bueno para nosotros como individuos y, en última instancia, para el mundo entero. Esto nos une a Di-s, y ese es el verdadero propósito de los preceptos. A la vez, Di-s nos dice que usemos nuestro intelecto tanto como sea posible, para poder comprender cada vez más.2
Esto también se aplica a las leyes que creemos comprender. En cada enseñanza judía hay muchos niveles, así como hay infinitos detalles por descubrir en cada órgano del cuerpo y acerca de cómo se conecta con el todo. Cada mitzvá nos conecta con Di-s, y nos da la oportunidad de explorar su significado más y más.
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