Estimados lectores:

Entramos en la recta final del año. Aprovechamos estos últimos días para hacer teshuvá y reflexionar sobre el año que pasó.

Cuando hablamos de teshuvá, en lo primero que pensamos es en lo malo que hicimos, tanto al prójimo como a Hashem. Pero la teshuvá no es eso. O al menos no es sólo eso.

Cada uno tiene un alma divina que está conectada con Di-s en lo alto. La esencia del alma siempre se conserva pura. Lo negativo del mundo material solo ensucia la parte externa de nuestro ser. Hacer teshuvá es volver a nuestra fuente divina y reconectarnos con nuestra esencia.

Incluso un justo que no cometa ningún error, igual debe hacer teshuvá, ya que el camino de retorno a la fuente divina es infinito como el propio Di-s. Nadie puede decir que ha hecho suficiente teshuvá, ya que, por definición, es algo que nunca se completa.

¿Cómo logramos entonces la teshuvá? Eliminando el ego.

Hashem lo es todo. Incluso nosotros mismos somos Hashem. Él nos creó de forma tal que tenemos la ilusión de ser entes individuales. Cuando más individualista y egoísta son nuestro pensamiento y nuestra forma de actuar, más nos alejamos de Hashem. Cuanto más global, social y empática es nuestra forma de ser, más nos acercamos a Él. Eso es la teshuvá.

¡Shabat shalom!

Rabino Eli Levy