La palabra teshuva -”arrepentimiento”- indica regreso: el pecador vuelve a su situación antes del pecado, en el lenguaje del Tania: “a fin de ser aceptable ante D-os, tan amado por Él como antes del pecado.” Esto significa que el arrepentimiento borra totalmente toda traza del pecado para el futuro. Además, también corrige retroactivamente las imperfecciones del pasado. Esto se ajusta a la manifestación de nuestros sabios de que el arrepentimiento por temor es para el futuro: como cuando una persona con imperfecciones es curada. Sin embargo, el arrepentimiento por amor saca de raíz el pecado desde su inicio, y es como si nunca hubiera pecado.
Este poder que transciende la naturaleza, la capacidad de cambiar el pasado, puede ser explicada de tres maneras:
El arrepentimiento renueva el vínculo entre un judío y su Creador. Ya que D-os está por encima del tiempo-pasado, presente y futuro simultáneamente-una persona comprometida con D-os también comparte algo de esta cualidad.
Un judío es esencialmente bueno, y aún cuando peca, mantiene una unión Divina, pero que está temporalmente escondida. Por lo tanto, el arrepentimiento puede desarraigar el pecado retroactivamente, ya que no crea una nueva existencia; únicamente revela lo bueno que existía previamente.
Hay un principio de la Halaja que dice: “Todo lo que está a punto de ser cortado es considerado como ya cortado.” De manera similar, todo el que se arrepiente-y todo judío se arrepiente al final, -es considerado un penitente. Así, aún cuando peque, es considerado un penitente (aunque debe de hecho arrepentirse para cancelar el pecado).
(Likutei Sijot, vol. 6, p. 54)
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