Me encontraba sentado en el avión de la compañía Jet Blue, vuelo 46 de Orlando al aeropuerto JFK en Nueva York, junto a otros 450 pasajeros. Como muchos judíos a lo largo del mundo que se hallan dentro del año de duelo por el fallecimiento de su madre, acudo a la sinagoga para recitar el Kadish, para las tres plegarias del día: Shajarit, Minjá y Arvit. Muchas veces esto representa un desafío.
Por ello organicé que a mi llegada a Nueva York —donde luego tomaría un avión que me llevaría a Israel —hubiera un minián organizado en el Ohel del Rebe (La tumba del Rebe) que está muy cerca del aeropuerto. Sin embargo "El hombre propone y Di-s dispone" dice el viejo adagio.
Mi vuelo de Jet Blue debía despegar de Orlando a las 16.15 hs. Pero al llegar a la pista de aterrizaje, el capitán anunció una demora de 90 minutos en todos los vuelos a Nueva York por el mal tiempo reinante allí. En una hora y media nos informarían nuevamente. Pero mientras tanto debíamos permanecer sentados en el avión.
Comencé a preocuparme. Mi madre había fallecido diez meses y medio atrás y nunca había perdido una oportunidad de recitar el Kadish. Todavía quedaba tiempo y algo había aprendido viviendo en un lugar sin minián fijo: no entrar en pánico. Viviendo en un pequeño pueblo donde no existe un minián permanente, aprendí a no desesperar. Siempre pude lograr reunir a 10 judíos para conformar el minián.
Pero esta vez había una gran diferencia. En la ciudad podía moverme de un lado al otro, llevar a gente con mi automóvil, llamar a mis amigos o a los amigos de mis amigos.
Pero aquí, estaba encerrado. Comencé a pensar en una solución.
De pronto tuve una idea. ¡Pediría salir inmediatamente del avión! Perdería el vuelo, pero no importaba. Conseguiría otro. No perdería el Kadish. Estaba determinado a lograrlo. Sabía que era difícil pues el avión ya estaba alejado de la terminal, pero debía intentarlo.
"Discúlpeme" dije a la azafata "debo salir del avión ya".
"Lo siento" me respondió educadamente. "No podemos retornar a la terminal. Estamos aguardando nuestro turno para despegar. Tenemos aviones delante y detrás de nosotros. Es imposible"
Ya habían pasado 30 minutos. El personal comenzó a repartir refrescos. El capitán nos ofreció su celular para avisar a parientes y amigos. Pasaron otros 15 minutos.
Un pensamiento loco me invadió: ¡Quizás había suficientes judíos en el avión para conformar un minián! Comencé mi búsqueda a través de los pasillos. Un hombre parecía tener rasgos judíos. ¿Sería mi imaginación o realmente lo parecía? Junté coraje, me acerqué y le pregunté:
"¿Es usted judío?"
"Sí" me respondió de inmediato. Le conté que estaba diciendo Kadish por mi madre y necesitaba un minián.
"Cuente conmigo cuando tenga diez" dijo. Me deseó suerte y siguió mirando la televisión.
Seguí mi búsqueda y al poco tiempo ya había reunido a cuatro judíos. Cada uno de ellos me comentaba: "No soy religioso" o "No sé orar", pero estaban dispuestos a ayudarme.
Los minutos seguían pasando. Debía reunir un minián antes de que oscureciera. ¿Debía darme por vencido? Algo desde Arriba me empujaba a seguir. Asiento por asiento preguntaba: "Perdón, ¿es usted o alguno de su grupo judío?"
Y sucedía lo increíble: Las respuestas eran "Sí lo soy" o "El lo es". Ya éramos siete.
¡Sólo necesitaba tres más! Un miembro de la compañía aérea se acercó y me ofreció su ayuda. Sugirió preguntar por el altavoz. Le agradecí pero preferí hacerlo con un bajo perfil. De pronto, la persona que estaba al lado nuestro dijo: "Disculpe, oí su conversación. Yo soy judío también".
¡Ya éramos ocho! Sentí que lo lograríamos. Seguí buscando. Me sentí emocionado por el milagroso minián. Sin embargo, los repetidos "Lo siento," "No," me trajeron a la realidad. Un pasajero no judío que deseaba ayudarme me dijo: "Mi compañero es medio judío." Le pregunté acerca de ello y me dijo: "Yo no soy judío pero mi abuela era judía".
"¿La madre de tu madre?" pregunté.
"Sí. ¿Eso me hace judío?" dijo el hombre.
"¡Así es!" Le respondí.
"Bueno, ya valió la pena todo el retraso para descubrir algo tan importante" dijo.
A esta altura todo el vuelo estaba al tanto de lo que estaba sucediendo. El representante de Jet Blue me preguntó: "¿Cuántos son ya?"
"Nueve," respondí.
Envió un mensaje por radio a la tripulación y preguntó si alguno de ellos era judío.
"Negativo," fue la respuesta.
A esta altura todos deseaban colaborar. Pero la situación parecía irremediable. Había sólo nueve varones judíos mayores de 13 años en el avión. Ya había preguntado a todos los pasajeros. Una persona me ofreció llamar a un amigo judío y hacerlo participar a través del teléfono celular. Le agradecí y expliqué que no era posible.
Volví a mi asiento devastado. Casi lo había logrado. A los pocos segundos, el pasajero sentado detrás de mí dijo: "Lo siento mucho. Cuando usted, hace instantes, me preguntó si era judío me sentí intimidado. No le respondí la verdad. En realidad soy judío".
Abrí mis ojos sorprendido. Luego pensé que quizás trataba de engañarme para hacerme un favor. Le pregunté: "¿Me está diciendo la verdad?"
"Mi madre se llama Miriam Horowitz. ¿Hay un apellido más judío que ese? Además puedo recitar la bendición. "Baruj Atá..."
Todos alrededor de mí se alegraron. Le hice una seña a mi devoto ayudante, el empresario de Jet Blue y le grité: "¡Somos diez!" El hombre se puso tan contento como si hubiera ganado la lotería.
Nos dirigimos al fondo del avión cuando la merienda terminó de servirse.
Antes de comenzar el servicio religioso, puse al tanto a los participantes del minián acerca de cómo se llevaría a cabo. Aproveché la oportunidad para explicarles acerca de la importancia de rezar a D-os.
"La Tefilá (Plegaria) no está restringida a un lugar en especial. Puede realizarse en cualquier sitio. Incluso en un avión de Jet Blue atascado en la pista de despegue. Ya que no tenemos aquí Sidurim (Libros de Plegarias) yo diré la plegaria en voz alta y ustedes responderán Amén".
"¿Cómo sabremos cuándo responder Amén, si usted reza en hebreo?" preguntó un pasajero.
"Haré una seña en el momento indicado" dije.
Cada hombre se fabricó una kipá con servilletas. La azafata preguntó si podía tomar una foto.
Sin demoras, el minián comenzó. Los 'Amén' eran fuertes y enfáticos. A pesar de lo cómico de la situación, los miembros del minián se sentían emocionados. Terminé la Tefilá rápido y agradecí efusivamente a cada uno por su tiempo. Retornamos a nuestros asientos.
En ese mismo instante, el capitán anunció que la demora había concluido y estábamos listos para despegar. Evidentemente, el minián era parte del programa del viaje.
Cuando ya estábamos en el aire, uno de los participantes se acercó y me dijo: "Estoy totalmente desconectado de mi judaísmo. ¡Quiero agradecerle profundamente por haber refrescado este sentimiento hacia mi herencia!"
Semanas después mi cuñado se encontró en Manhattan con un judío al que semanalmente le coloca tefilín. El hombre, muy emocionado, le dijo: "¡Tengo una historia para contarte! Uno de mis asociados de Jet Blue volvía en un vuelo de Orlando a Nueva York, y había un rabino que viajaba también..."
Mi cuñado sonrió y le dijo: "Puedo contarte la mitad de la historia. Conozco a ese rabino ...
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