En Iom Kipur, el pueblo judío recibió las segundas tablas, las cuales fueron dadas sin ruido, no con el acompañamiento de trueno y relámpagos de las primeras. Esto puede ser explicado con una analogía:
Cuando un hijo está en la casa de su padre, su amor por su padre no es abiertamente discernible, sino que está escondido en lo recóndito del alma y sumergido en la alegría de estar en el palacio de su padre. Por otra parte, cuando el hijo viaja lejos, el amor sale entonces a la superficie - el hijo anhela estar con su padre.
Iom Kipur es un día de placer, similar al Mundo por Venir, un mundo de placer sin comer ni beber. Además, es también un día de alegría, ya que en el Mundo por Venir no hay nada que separe a Israel de su Padre en el Cielo. Entonces Israel se regocijará en su Creador, sin impedimentos ni distracciones. Cuando son revelados el placer y la alegría, el amor es subsumido por ellos, permaneciendo en lo recóndito del corazón. Esto se expresa en el acto de dar las segundas tablas sin truenos ni relámpagos, aludiendo al “callado” amor que hay dentro.
(Likutei Torá Deuteronomio 41d)
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