Cierto año, poco después de Rosh Hashaná, George Rohr, el prominente filántropo y partidario de Jabad en Nueva York, se sintió comprensiblemente orgulloso y emocionado de contarle al Rebe el servicio de principiantes que había dirigido en la sinagoga Kehilat Yeshurún de Manhattan: “El Rebe estará complacido de saber que tuvimos ciento ochenta personas sin ningún trasfondo judío que se acercaron a nosotros para los servicios de Rosh Hashaná”. El Rebe no reaccionó. Rohr, creyendo que el Rebe no había escuchado, reiteró sus palabras, esta vez en voz más alta. “Tuvimos ciento ochenta personas sin ningún trasfondo judío para los servicios de Rosh Hashaná”.

El Rebe, delicadamente, lo desafió por su elección de palabras: “¿No tienen antecedentes judíos? Pues diles que tienen el trasfondo del patriarca Abraham, Itzjak, Iaacov, Sará, Rivká, Rajél y Leá”