Estimados lectores:
Uno de los momentos centrales de la fiesta de Rosh Hashaná y la mitzvá principal es hacer sonar el Shofar. El primer recuerdo que tenemos de este cuerno de carnero, es aquel que quedó entrelazado al arbusto cuando Abraham, nuestro patriarca, lo intercambió por su hijo Itzjak.
En una época en la que eran comunes los sacrificios humanos, incluso sacrificar a los hijos para las distintas divinidades, el momento del sacrificio de Itzjak donde se pone a un animal en vez de un humano, es crucial y nos marca el camino espiritual a los descendientes de Abraham, Itzjak y Iaakov.
Debemos estar dispuestos a dar la vida por Di-s, pero en la práctica solo sacrificamos nuestra parte animal que se caracteriza por sus impulsos, deseos, ambiciones desmedidas, enojos y envidias.
Muchas veces nuestra parte animal choca con otro humano, y ahí podemos elegir entre degollar al animal o al otro, que pueden ser nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros amigos, nuestros padres o cualquier ser humano que se interpone entre nuestras pasiones animales egoístas.
El Shofar nos recuerda que al que debemos sacrificar es al animal, no al ser humano.
En estas vísperas de Rosh Hashaná les deseo a todos nuestros lectores, un año de salud, muchas bendiciones materiales, satisfacciones para poder servir a Di-s con tranquilidad y sin preocupaciones.
Que el 5784 nos encuentre más humanos y menos animales.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy
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