Sucedió en el año 5330 (1570 e.c).

Un judío llamado Reb Najum, se mudó de la ciudad de Praga a una pequeña ciudad llamada Sebezch, que estaba ubicada-en esos días- entre el límite de Polonia y Suecia. La aldea era parte de las posesiones del noble polaco Bantesh Zinkwitz, quien mantenía una relación amistosa con los judíos de Sebezch y especialmente con esta familia que había llegado de Praga.

Zinkwitz decidió establecerse en Cracovia y por lo tanto resolvió vender sus comarcas- que incluían Sebezch y alrededores. Acudió a Reb Najum, encargándole que hallara un buen comprador.

Los territorios vecinos (que pertenecían a la Suecia de entonces) pertenecían a un príncipe sueco llamado Johan Kombari, quien venía seguido a visitar sus territorios y permanecía largos períodos allí. A Rabí Najum se le ocurrió ofrecer los terrenos de Zinkwitz a Kombari.

El príncipe lo recibió muy amigablemente, y la conversación los llevó por diferentes temas. Sin embargo Kombari no le ofreció una respuesta inmediata por la compra y le solicitó al iehudí que regresara en dos o tres semanas. Cuando Reb Najum regresó, fue recibido mucho más cálidamente. Se le había preparado una casa con todas las comodidades imaginables.

Ese mismo día se entrevistó con el príncipe, que evaluó seriamente los detalles de la compra. Además Kombari le pidió que le contara acerca de la vida de los judíos. Se entreveía que el príncipe estaba deseoso de escuchar mucho sobre los iehudim y Reb Najum comenzó con la historia desde Abraham el Patriarca, mientras que Kombari lo escuchaba con enorme atención.

“Deseo que permanezcas varios días, pues quiero oír más acerca de los judíos. Manda avisar a tu familia para que no se preocupen por ti” dijo el príncipe. Reb Najum envió a su asistente a su casa para que avisara a sus seres queridos y a su vez regresara con más provisiones de comida kasher.

El príncipe invitaba diariamente a Reb Najum y lo retenía por varias horas, preguntándole acerca de la vida y creencia judía. Todo lo que escuchaba no terminaba de saciar su curiosidad. Reb Najum no terminaba de comprender el fenómeno. Nunca se había encontrado con un gentil que demostrara tanto interés en el judaísmo. El asistente regresó con comida, vino y ropas de Shabat (incluso el shtraiml-sombrero de piel- que usaba Reb Najum en Shabat), un pequeño Sefer Torá dentro de un diminuto Arón HaKodesh (Arca).

Reb Najum descendía de una familia que había sido expulsada de España (1492 e.c) y ese Sefer Torá lo había heredado de sus ancestros españoles. Reb Najum se sentía como en su caso. En medio del día Shabat, un enviado del príncipe vino a buscarlo. Reb Najum acudió vestido con sus ropas sabáticas. Al entrar en la habitación, el noble sueco se puso de pie por el respeto que le infundió la presencia del judío.

Enseguida, abordó el tema del Shabat y su observancia. Reb Najum estaba muy emocionado; el rostro del príncipe denotaba un dejo de tristeza y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Después de unos instantes, ingresó a la habitación una anciana que el príncipe presentó como su tía- hermana de su madre. Reb Najum notó que se hallaba frente a una mujer inteligente y muy interesada en conocerlo. También ella indagó intensamente acerca de los judíos y sus costumbres. El iehudí sentía que la mujer ocultaba un gran secreto que deseaba revelar pero no se decidía a hacerlo.

El lunes siguiente el fue convocado nuevamente al palacio. Allí lo aguardaban el príncipe y su tía, que lo recibieron cual un familiar. La mujer se mostraba tranquila y decidida a contar lo que ocultaba. La tía de Kombari le relató lo que sabía: Ellos eran descendientes de judíos españoles. Incluso poseían una pintura del abuelo del príncipe y padre de la tía, Iosef Gabrieli. Él era un judío acaudalado y había casado a sus hijas, ella y su hermana Regina, con jóvenes judíos de muy buena posición. Cuando fueron expulsados de España, deambularon hasta llegar a Eslovaquia. Al poco tiempo se desató una terrible peste y su marido falleció. Ella fue a vivir con su hermana Regina que ya había tenido un hijo varón llamado Iehuda. Su situación económica era desastrosa pues habían perdido todas sus riquezas con la expulsión. Al año siguiente falleció también el esposo de Regina. Las circunstancias empeoraron. Pasaban hambre. Entretanto Regina conoció a un joven de una familia noble sueca, los Kombari. Él le reveló que era judío y le pidió que se casaran. Ella aceptó y después de la boda viajaron a Suecia. Ambos se sentían judíos y deseaban volver a sus raíces, pero debido a la gran influencia de su rica y poderosa familia, les fue imposible lograrlo.

Iehuda, el hijo de Regina, recibió el nombre Johan y creció como el príncipe de la familia Kombari. Antes de fallecer, Regina pidió a su hermana que cuando su hijo creciera le revelara su verdadera identidad. Ahora, hacía dos años que había fallecido el padrastro de su sobrino y ella le contó el secreto familiar. Incluso le entregó la pintura de su abuelo materno, Iosef Gabrieli. “Hace más de un año que decidimos abandonar nuestra antigua residencia y mudarnos a un lugar donde podamos vivir como judíos” dijo la anciana. “También por eso hemos venido aquí, cerca del límite con Polonia. Constantemente estamos en la búsqueda de la persona adecuada que nos ayude a regresar a nuestro judaísmo. Cuando mi sobrino me habló de usted, entendí que es el individuo indicado. Ya habrá notado que depositamos en usted toda nuestra confianza…”

Reb Najum quedó fuertemente sorprendido. Después de unos días ya había trazado un plan para que el príncipe Kompari y su tía se mudaran a Praga. Él arreglaría sus asuntos personales y luego los acompañaría personalmente para ayudarlos a retornar a la vida judía. Hasta entonces, les pidió que guardaran todos los detalles en absoluto secreto.

Reb Najum retornó a su casa y le informó al noble polaco que ya tenía un comprador para sus tierras. En poco tiempo se acordó el precio y el pago de las mismas y los territorios de Sebezch pasaron a manos del príncipe sueco. Reb Najum recibió una substancial comisión por su trabajo. Además el noble Zonkwitz le regaló una importante propiedad al lado de la ciudad, una haras con caballos y ganado.

(Extraído y adaptado del Sefer HaZijronot)