Supongamos que eres un astronauta, lejos de la tierra, en un viaje muy largo. Supongamos que te cansas del constante torrente de instrucciones transmitidas por radio desde la base. Apagas la radio, sin remordimiento. Te relajas disfrutando del increíble panorama a través de la ventana. Mientras tanto, el tiempo vuela...

En algún momento te das cuenta de que no tienes idea de dónde estás. O de cómo regresar a donde quieres estar. Y recuerdas que tenías una misión que cumplir, pero no puedes definir exactamente de qué se trataba. ¡Te ataca el pánico!

Por fin, recuerdas la radio. La reactivas. Con el micrófono en la mano, llamas: — ¿¡Base de operaciones!? ¡Astronauta llamando a base! ¡Respondan por favor!

Se escucha una respuesta casi imperceptible. Es el sonido más dulce que jamás hayas escuchado. Ahora puedes retomar tu curso.

Todos nosotros somos astronautas. Despegamos del Monte Sinai hace más de 33 siglos con un plan a seguir y una misión que cumplir. Ahora debemos reconectarnos con nuestra base de operaciones.