Cuando era adolescente, llegaba muchas veces tarde a clase. Cuando mi profesor me preguntaba, siempre tenía una buena excusa: un dolor de estomago, un dolor de cabeza, el despertador no funciono y muchas más.
Un día, el profesor me miro a los ojos y me dijo, "las excusas pueden matarte" Su declaración me sorprendió. Él comenzó a explicarme que cuando él tenía mi edad, estudiaba en una Ieshiva en Europa, en donde asignaban a los estudiantes a diversas familias para que les provean las comidas. (Esta práctica era muy común en Europa de la preguerra, donde las Ieshivot no tenía dinero para alimentar a sus estudiantes; por lo que los miembros de la comunidad local apoyaban a los estudiantes de Torá alimentando a un estudiante, uno o más días de la semana, cada uno según sus posibilidades.) Muchas de las charlas de los estudiantes giraban en torno a las comidas. Una vez, un estudiante se quejo de que el único alimento que le proveía su familia "adoptiva" era gachas de avena. ¡"gachas de avena para el desayuno, gachas de avena para el almuerzo y gachas de avena para la cena"! A lo cuál otro estudiante le respondió, "gachas de avena no esta mal; de gachas de avena uno puede vivir. A mí me dan excusas: una excusa para el desayuno, una excusa para el almuerzo, y una tercera excusa para la cena. Por la mañana la mujer de la casa dice que ella esta demasiado cansada para cocinar. A la hora del almuerzo, ella se va a visitar a un amigo, y para la cena ella me dice que no hay alimentos en la casa y que el mercado ya esta cerrado. De gachas de avena uno puede vivir; de excusas uno se puede morir. "
(Cuando es dicho en Idish original, esta última línea es un juego de palabras: kashe, "gachas de avena", también significa "preguntas"; la palabra "excusas" en Idish también se utiliza como "respuestas", tirutzim. Por lo tanto: "De kashe uno puede vivir; de tirutzim ¡uno se puede morir! ")
La puntualidad es una de las llaves vitales para el éxito en todas las áreas de nuestra vida; es siempre un placer tratar con gente que honra su palabra. Pero la puntualidad es de extrema importancia cuando educamos a nuestros hijos. Les da a los niños una sensación de seguridad saber que cuando un padre dice que hará tal o cual cosa, él puede confiar en un cien por ciento, que esto ocurrirá.
Como director de escuela, siempre me entristecía cuando los niños entraban a mi oficina una hora después de que las clases hubieran terminado, llorando, "mi mama se olvidó de buscarme…" el niño se sentía abandonado y desvalorizado. Ninguna excusa, por más justificada que sea, que el padre pueda dar sera suficiente para compensar los sentimientos lastimados del hijo.
A pesar de que, a veces se presentan percances inevitables en nuestra vida, no es lo mismo incumplir nuestra palabra cotidianamente, aunque siempre tengamos una muy buena excusa.
Los padres que no son constantes en cumplir su palabra pierden el poder de disciplinar a sus hijos. Pueden decirle a su niño, "Tienes prohibido ver la TV por dos semanas". El hijo probablemente se ría para sus adentros, sabiendo que en unos días su padre se habrá olvidado del castigo. Este niño no tomará ninguna disciplina seriamente.
Aunque no honremos nuestra palabra actualmente, nunca es demasiado tarde para cambiar. Pero para que realmente ocurra el cambio, es importante que informemos a nuestros familiares, amigos y colegas de trabajo que estamos tratando de cambiar y que de ahora en adelante, honraremos nuestra palabra. Y debemos cumplirla a rajatabla. Sin excusas que nos impidan honrar lo que decimos.
Inténtelo. ¡Funciona!
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