La parashá de esta semana está llena de mitzvot, de mandamientos. Algunos ocupan varios versículos; otros, apenas unas pocas palabras, compartiendo el mismo versículo con otra instrucción. Estos “versículos compuestos” nos invitan a pensar: ¿por qué la Torá eligió agrupar estas mitzvot? ¿Hay algún mensaje que surge de esa combinación?
Veamos juntos una serie de tres versículos que aparecen seguidos en Vaikrá 19:
“No andes con chismes entre tu gente. No te quedes de brazos cruzados si ves que la vida de tu prójimo está en peligro. Yo soy Hashem.” (Vaikrá 19:16)
Acá la Torá nos dice dos cosas muy distintas, pero que se relacionan. Primero, está prohibido andar difundiendo chismes, incluso si parecen “inocentes”. Lo que sabés de otra persona no es para andar comentándolo. No es asunto del Sr. A lo que el Sr. B hizo ayer.
Pero cuidado: eso no significa que tengas que cerrar los ojos y oídos frente a lo que pasa a tu alrededor. El mismo versículo nos dice que si alguien está en peligro —físico o emocional—, no podés quedarte al margen. Rashi explica que si alguien se está ahogando, o si lo atacan, y vos podés hacer algo, tenés la obligación de ayudar. ¿Cómo vas a tenderle una mano si ni siquiera sabés lo que está viviendo?
Entonces, por un lado: no hables mal. Por otro: sí, preocupate por el otro. Observá, escuchá, involucrate... pero con cuidado y con respeto por la privacidad del otro.
“No odies a tu hermano en tu corazón. Reprendé a tu prójimo, pero no cargues con su falta.” (Vaikrá 19:17)
Acá la Torá nos enseña que si alguien hizo algo mal, no te lo guardes ni te llenes de bronca. Tenés que hablar. Pero no desde el enojo o el rencor, sino desde el cariño. Si tu reprensión viene cargada de odio, no solo no vas a lograr nada —la otra persona va a sentir la agresión—, sino que además vas a estar vos mismo cometiendo una falta.
Y si alguien te lastimó, no dejes que eso se pudra por dentro. Buscá un momento para decirle lo que te dolió. Capaz no lo hizo a propósito. Capaz se puede sanar la relación. El silencio, muchas veces, solo agrava las cosas.
“No busques vengarte ni guardes rencor contra tu gente. Amá a tu prójimo como a vos mismo. Yo soy Hashem.” (Vaikrá 19:18)
Esta última mitzvá es probablemente una de las más conocidas: Amar al prójimo como a uno mismo. Pero este amor no es solo cuestión de ser simpático o dar una mano cuando te cae bien el otro. El verdadero amor se demuestra cuando podés dejar de lado tu ego: cuando alguien te hizo daño y vos decidís no vengarte, no guardar rencor. Eso es amar de verdad.
Porque cuando lo hacés, no es solo por educación o por quedar bien. Es porque esa persona, más allá de lo que haya hecho, te importa.
Estos versículos nos recuerdan que la vida judía está hecha de matices. Que tenemos que encontrar el equilibrio entre el cuidado y la discreción, entre la intervención y el respeto, entre el decir y el callar. Y sobre todo, que cada interacción con el otro puede ser una oportunidad de construir algo más luminoso, más humano y más divino.
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