Ya es bastante grave que los espías enviados por el pueblo judío para explorar la Tierra de Canaán hayan vuelto con un informe pesimista. Más triste aún fue que la gente les creyera sin pensar demasiado y se largara a llorar y a quejarse. Y como si eso no alcanzara, Di-s terminó castigando a toda la generación con cuarenta años de vueltas por el desierto.

Pero lo más trágico de todo es que quizás, con una buena sesión de terapia, se podría haber evitado toda esta historia.

Hoy en día, cualquier psicólogo —sin importar su línea— te va a decir que uno de los mayores obstáculos para crecer, avanzar y aprovechar las oportunidades de la vida es la falta de confianza en uno mismo. Para salir adelante, hay que creer en lo que uno puede dar, levantarse y ponerse en movimiento.

Y ahí está justamente el problema que tuvieron los espías: les faltaba seguridad.

“No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros... ¡Nos veíamos como langostas, y así nos veían ellos también!” (Bamidbar 13:31-33)

Casi todos los comentaristas bíblicos coinciden: los espías tenían la autoestima por el piso. Y esa mirada que tenían sobre sí mismos se proyectó hacia los cananeos, que también los vieron como débiles. Es simple: cuando uno actúa con decisión y convicción, los demás lo perciben como fuerte. Pero si uno se muestra inseguro, titubeante o con complejo de inferioridad, eso es exactamente lo que va a reflejar —y lo que los demás van a ver.

El Rebe Menajem Mendel de Kotzk —conocido como el Kotzker— lleva esta idea todavía más lejos. Hoy se habla mucho de que, si uno se muestra seguro, los otros se van a ver impresionados. En ese sentido, parecer confiado sería casi un truco para influenciar a los demás. Uno mejora su imagen personal, sí, pero con el objetivo de impactar a quienes lo rodean.

El Kotzker no está de acuerdo con esa postura. Según él, el enfoque está mal desde el principio. La verdadera confianza no es para convencer a nadie. No tenemos que andar preocupándonos por cómo nos ven los demás. Nuestra tarea es hacer lo que Di-s espera de nosotros. Punto. Y si te distraés pensando en qué piensan los demás, ya perdiste el foco.

Desde esta perspectiva, el pecado de los espías no fue simplemente tener miedo y no animarse. El error empezó mucho antes, cuando dejaron que su atención se desviara de su misión divina para ponerse a pensar en cómo los veían los habitantes de la tierra.

La verdadera confianza nace de adentro. Es saber que estás en el camino correcto y que vas a seguir adelante hasta terminar el trabajo. Sí, hace falta valentía para salir a conquistar sin mirar atrás. Pero esa es la única forma de llegar, de verdad, a la Tierra Prometida.