Con esto, podremos comprender el versículo: "Y retornaréis y veréis [la diferencia] entre el hombre justo y el malvado, entre aquel que sirve a Di-s y aquel que no Lo sirve".
La diferencia entre "aquel que sirve a Di-s" (oved) y un hombre justo (tzadík) es que "aquel que sirve a Di-s", en tiempo presente, describe a aquel que todavía está en medio de su servicio Divino. Este servicio (avodá) consiste en la lucha [de "aquel que sirve a Di-s"] contra la propia naturaleza de mal, con el fin de superarla y desterrarla de la "pequeña ciudad" para que no se invista en los órganos del cuerpo [por medio de malos pensamientos, palabras o acciones], una lucha constante con la propia naturaleza de mal que requiere verdaderamente gran esfuerzo ("servicio") y labor. Este es el beinoní.
El tzadík, en cambio, es llamado "un servidor (éved) de Di-s" como un título [referido a su persona y no a lo que hace] similar al título "sabio" o "rey", concedido a aquel que ya se ha vuelto sabio o rey. Así también él, ya ha consumado y completado totalmente su "servicio" de librar guerra contra el mal dentro de sí. El lo ha desterrado y éste se ha ido de él, dejando su corazón "vacío dentro de sí".
En la categoría de beinoní también hay dos niveles: "aquel que sirve a Di-s" y "aquel que no Lo sirve". No obstante, ["aquel que no Lo sirve"] no es un malvado [aunque no lucha contra su naturaleza de mal] pues jamás en su vida ha cometido siquiera una transgresión menor [en lo que hace a los mandamientos negativos] y también ha cumplido todos los mandamientos [positivos] que pudo cumplir, incluyendo el precepto de estudiar Torá —que es equivalente a todos los demás mandamientos combinados— hasta el punto de que su boca jamás cesó de estudiar [a pesar de lo difícil que ello es]. Sin embargo, [se lo describe como "aquel que no Lo sirve" porque] no libra batalla alguna contra su Inclinación [al Mal] para vencerla con [la ayuda de] la luz Divina que ilumina el Alma Divina que reside en el cerebro, que gobierna al corazón —como se ha explicado anteriormente— porque su Inclinación al Mal no se le opone en absoluto tratando de alejarlo del estudio de la Torá y del servicio Divino, por lo que no precisa librar guerra contra ella. Así ocurre, por ejemplo, con aquella persona que por naturaleza es un asiduo estudiante en virtud de su temperamento impasible, así como tampoco tiene conflictos por deseos sexuales debido a su naturaleza frígida; y del mismo modo con los demás placeres mundanos, carece naturalmente de sentimientos de gozo. Por eso no necesita meditar tanto acerca de la grandeza de Di-s para crear conscientemente un espíritu de comprensión y temor a Di-s en su mente a fin de guardarse de transgredir cualquier mandamiento prohibitivo, ni un amor a Di-s en su corazón [que lo motivaría] para unirse a El a través del cumplimiento de los mandamientos [positivos] y a través del estudio de la Torá que equivale a todos [los mandamientos combinados]. El oculto amor a Di-s que se encuentra en el corazón de todos los judíos —quienes son llamados "los amantes de Su Nombre"— le basta [para motivarlo al cumplimiento de los mandamientos], ya que él está naturalmente inclinado a ello. Por este motivo no se lo considera "alguien que está sirviendo a Di-s" en absoluto. Pues este amor latente no es de manera alguna de su propia elaboración o logro. Es nuestra herencia, legada por nuestros Patriarcas a toda la nación judía, como se explicará más adelante.
Así también aquel que no es inherentemente estudioso pero se ha acostumbrado a estudiar asiduamente, de modo que este hábito suyo se ha transformado en su segunda naturaleza, también a él le es [ahora] suficiente el oculto amor a Di-s, a menos que desee estudiar más de lo que está habituado a estudiar.
Esto explica la declaración talmúdica de que "aquel que sirve a Di-s" se refiere al que repasa su estudio 101 veces, mientras que "aquel que no Lo sirve" se refiere a la persona que repasa su estudio sólo 100 veces. Esto es así porque en aquellos días [del Talmud] era habitual [y natural] repasar cada lección 100 veces. El Talmud ilustra esto con la analogía del mercado de los que arrean burros, quienes cobraban 1 zuz por 10 parsi (millas persas), pero pedían 2 zuz por arrear 11 parsi, porque [el arrear una onceava milla] excedía su práctica usual. Por lo tanto, este repaso 101 que supera la práctica normal a la que [el alumno] había sido acostumbrado desde su infancia es equivalente a todos los 100 repasos anteriores combinados. De hecho, su calidad los supera por su mayor fuerza y poder, de modo que es sólo este repaso extra el que le permite ser llamado "aquel que sirve a Di-s". Porque para cambiar su naturaleza habitual debe estimular [en sí mismo] el amor a Di-s, meditando en su mente acerca de la grandeza de Di-s, a fin de dominar la naturaleza que está en el lado izquierdo de su corazón, lleno de sangre del Alma Animal que se origina en kelipá, de donde proviene esta naturaleza. Y este [estímulo de amor a Di-s generado con la meditación para imponerse al Alma Animal] es un servicio perfecto para el beinoní. O [una alternativa en el servicio del beinoní es] estimular el amor a Di-s [inherentemente] oculto en su corazón [y llevarlo a un estado revelado] para controlar por medio de éste [amor] la naturaleza que está en el lado izquierdo del corazón. También esto —librar batalla contra su naturaleza e inclinación despertando el amor oculto en su corazón— es llamado servir a Di-s [si bien de un modo imperfecto]. Pero si no libra guerra alguna, este amor, por sí mismo, no puede, de ninguna manera, considerarse servicio suyo.
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