Rabí Baruj Halberstam, el Rav de Golitz, se acercó a su padre Rabí Jaim de Sanz para solicitarle ayuda financiera; su primera hija se casaría pronto y él no poseía los medios para preparar la boda. El Sanzer Rav se disculpó, diciéndole que él no podía darle dinero.
Sorprendido, Rabi Baruj preguntó: "Padre, ¿cómo es que tienes dinero por ayudar a cada novia pobre que busca tu ayuda, pero eres incapaz de dar ayuda a tu propia nieta?"
Rabi Jaim sonrió y explicó: "¡Hijo, hay una muy gran diferencia! Las personas infortunadas que vienen a mí por ayuda no tienen ninguna otra manera de obtener el dinero que necesitan para efectuar sus bodas. Tu, sin embargo, puedes viajar a mis jasidim- discípulos- que se alegrarán de ayudar a un hijo mío".
El Golitzer Rav aceptó la sabiduría de las palabras de su padre y decidió que viajaría a varios pueblos dónde los jasidim de su padre vivían para solicitar sus contribuciones para la boda de su hija. Antes de emprender el viaje, vino a su padre para pedir una bendición.
Rabí Jaim le dijo: "Ya que es la primera vez que buscarás donaciones, me gustaría darte un consejo. Probablemente has decidido que este nombre en tu lista te dará 100 zlotys y ese otro dará 200. ¡Quiero que sepas que ésta es la manera incorrecta de pedir! Las personas no van a menudo a dar lo a que esperas, y esto podría causarte albergar sentimientos contradictorios hacia ellos, el Cielo no lo permita.
"Debes recordar que el Todopoderoso ordenó cuánto dinero recolectarás exactamente. ¡El donante que piensas que dará 100 zlotys puede dar 50, y el que imaginaste que daría 50 puede dar 100 en realidad! Da lo mismo en el total; pues será la cantidad que el Cielo haya decretado lo que recibirás.
Así que mi consejo es que debes acercarte a cada persona con una mente abierta. No asumas nada, y acepta cualquier cosa agradecidamente. De esta manera reunirás los fondos necesarios y todavía retendrás tu amor por cada judío"
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