Cuenta una historia del Baal Shem Tov que, en una oportunidad, llegó una joven viuda pidiendo que le ayudara. "Hace poco perdí a mi esposo. Ahora mi pequeño hijo, mi único hijito, está gravemente enfermo. Los médicos han perdido la esperanza de salvarlo. Por favor, le pido que haga algo para salvar a mi hijo."

El Baal Shem Tov, cuyo corazón estaba siempre dispuesto a ayudar, especialmente a los necesitados y oprimidos, la tranquilizó y le pidió que volviera a su casa, a la vez que le aseguraba que su hijo iba a mejorar. Procedió a reunir a diez (un minián) de sus ocultos santos Tzadikim, para rezar por la salud del niño y su inmediata curación.

Pero fue en vano. A pesar de todos los esfuerzos que hicieron por tratar de abrir sus almas y, a su vez correr el cerrojo de las puertas del cielo, tuvieron que aceptar con tristeza que no lo pudieron lograr. El Baal Shem Tov intuyó que el decreto había sido sellado en el cielo y que las oraciones de los Tzadikim no podían hacer revertir la decisión.

Pero, el Baal Shem Tov no era persona que se rindiera fácilmente. Se le ocurrió una idea. Pidió que le prepararan un carro y los caballos para ir al bosque. Le indicó al conductor que se dirigiera a un lugar determinado. El conductor quedó muy sorprendido, ya que era un área que todos evitaban porque era un sitio peligroso, donde acechaban los ladrones.

Llegaron al paraje elegido. El conductor detuvo el carro, el Baal Shem Tov se bajó y, para disgusto del conductor, en pocos minutos se vio rodeado por varios ladrones. Cuando el jefe de la banda de ladrones vio que era el Baal Shem Tov, bajó su arma y asombrado preguntó: "¿qué hace usted aquí, en el medio del bosque?"

El Baal Shem Tov le respondió: "preste atención. Tengo que hablar con usted. Necesito su ayuda." Todos los presentes se preguntaron cuál era la ayuda que el Baal Shem Tov precisaba de unos despreciables ladrones. El Baal Shem Tov siguió explicándole al jefe de la banda: "Necesito que reúna a diez de sus ladrones y me acompañen a rezar por un niño enfermo." El jefe de la banda no terminó de entender el pedido, pero como el que hablaba era el Baal Shem Tov, accedió. Reunió un minián con sus secuaces y se dispusieron a rezar con el Baal Shem Tov.

Milagrosamente el niño se recuperó. Más tarde, los asombrados alumnos le preguntaron al Baal Shem Tov acerca de cómo había sido capaz de lograr más con diez ladrones que lo que había conseguido con diez Tzadikim. "Es muy sencillo, respondió. Al ver que todas las puertas del cielo estaban cerradas con llave, necesitaba a alguien que pudiera ingresar a pesar de ello."

Esto no quiere decir que se absuelva el acto de robar o cualquier otro delito. Nos enseña que, cuando una persona ha cometido una transgresión, no solo tiene el poder de corregir su conducta, sino que sus propios crímenes pueden enseñarle y enseñarnos nuevos caminos para "ingresar por la fuerza" y alcanzar cimas a las que las personas honestas nunca van a llegar.

Y esta es la redención máxima de las malas acciones que pudimos haber cometido en el pasado y también la expresión máxima de la Imagen Divina que hay en cada ser humano: el poder y la capacidad para transformar nuestros pasados. Y utilizar esta recién descubierta sabiduría y los métodos provenientes de fuentes ilícitas para abrir caminos de santidad sin precedente.