Una pareja de israelíes elogiaba a su único hijo, recién fallecido, con gran emoción. Los congregantes en la sinagoga escuchaban con compasión mientras la pareja hablaba del carácter especial del niño, su aprecio por la vida y su profundo amor por la Tierra de Israel. Poco después de que cumplió sus diecinueve años fue brutalmente asesinado mientras defendía a su amada Tierra. Es por ello que en memoria de su hijo los padres dieron una generosa donación a la sinagoga.

Luego de este acto una mujer de la concurrencia se volteó a su esposo y susurró: “Donemos la misma suma por nuestro hijo”.

“¿De qué hablas?” Preguntó el padre. “¡Nuestro hijo no ha muerto!”

“Por eso mismo”, replicó la madre. “¡Demos caridad porque se salvó y está vivo!”