Con paciencia e inteligencia, un maestro enseñaba a su joven alumno a leer la Torá.
El maestro le explicaba: “Cuando veas dos letras ‘yud’ juntas en el texto no leas la palabra tal como aparece escrita, pues este es el nombre santo de Di-s. En su lugar, di ‘Hashem’, que significa ‘el nombre de Di-s’”.
Con ello en mente, el niño intentó leer los versículos. Al final de cada uno el maestro quedaba desconcertado al escuchar al niño decir siempre: ‘Hashem’.
“¿Dónde ves el nombre de Di-s al final de cada versículo?” Preguntó el maestro.
El niño inocentemente señaló los dos puntos que aparecen al final de cada versículo, que en realidad denotan la culminación del mismo y son usados para separar uno de otro.
El maestro sonrió. Le dijo: “Querido joven, el judío es representado por la letra ‘yud’. Cuando dos ‘yud’ aparecen una al lado de otra, en unidad y armonía, Di-s está alegre y mora allá. Estas son las dos ‘yud’ que se pronuncian como el nombre de Di-s. Pero si un judío se para sobre su compañero, y no convive en armonía con él, Di-s no desea residir con él. Estas son las dos ‘yud’ - los dos puntos - al final de cada versículo, que representan la culminación y el fin; no el nombre sagrado de Di-s”.
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