Luego de haber finalmente llegado a América, un inmigrante ruso se dio a la tarea de buscar trabajo para mantener a su familia. Luego de algún tiempo sin éxito, decidió abrir una pequeña tienda. Uno de sus amigos le aconsejó que, para atraer más clientes, colocara un cartel llamativo a la entrada de su tienda. Así que, siguiendo este consejo, mandó a hacer una gran pancarta que leía: “Gran Apertura”, y la colocó en un lugar visible para todos los que por allí pasaban.

Al día siguiente, el inmigrante observó que una gran masa de gente se aglomeraba alrededor de una tienda cercana. Se acercó para ver cuál era el motivo que causaba tal atracción y notó un gran cartel publicitario a todo color en la ventana de aquella tienda. Aunque no entendía inglés, se dio cuenta que aquel cartel contenía más palabras que el suyo. “Debo hacer un cartel igual a ese”, pensó, mientras escribía cuidadosamente cada palabra en un pedazo de papel. De inmediato mandó a elaborar otro cartel con esas mismas palabras para el día siguiente.

A la mañana siguiente, junto al aviso de “Gran Apertura” colocó con orgullo su nuevo cartel que leía: “¡Liquidación Total!”