Es la advertencia con la cual se previno al juez de no aceptar testimonio de los parientes, de uno a favor del otro o de uno en contra del otro.

Es lo que El, exaltado sea, dijo: No serán muertos los padres por los hijos ni los hijos serán muertos por los padres. Sobrevino la explicación recibida en el Sifrí: "Que no sean muertos los padres por el testimonio de los hijos, ni los hijos por el testimonio de los padres".

En casos monetarios la ley es idéntica, sólo que (el precepto) fue mencionado en casos capitales a modo de énfasis. Que no digamos: 'dado que hay aquí pérdida de vida, no recelaremos (de la veracidad del testimonio) del pariente en una cosa así', y obremos según sus palabras, dado que su testimonio involucra la muerte de su pariente y no hay motivo de recelo. En consecuencia, trajo (el versículo) como ejemplo a los parientes cuyo amor es poderoso y por demás grande —y es el amor del padre por el hijo y del hijo por el padre—, y dijeron (los Sabios): no hemos de aceptar siquiera el testimonio de un padre por el hijo, e incluso si es para hacerlo pasible de (la pena de) muerte.

Este es un decreto del versículo que no tiene en absoluto explicación. Entiéndelo.

Las leyes de este precepto han sido explicadas ya en el Capítulo Tercero (del Tratado Talmúdico) de Sanhedrín.