Estimados lectores:

Hay una historia que siempre me conmueve profundamente cada vez que la leo.

En la tradición judía, cuando se lee la tojajá —la sección de advertencias o maldiciones en la Torá— el lector baja la voz. Incluso, en muchas comunidades, no se invita a nadie a subir a la Torá en ese momento. Es como si quisiéramos que esta parte pase desapercibida, en voz baja, casi en silencio… No vaya a ser que Di-s escuche y aplique sobre nosotros alguna de las maldiciones allí mencionadas.

En una ocasión, un Rebe se encontraba en un campo de refugiados en Alemania, al finalizar la Shoá. Los judíos que habían logrado sobrevivir aguardaban ser enviados a algún destino donde pudieran comenzar una nueva vida. Mientras tanto, se reunían para rezar juntos cada Shabat.

Al llegar a la lectura de las maldiciones, el lector, como es costumbre, bajó la voz. Pero el Rebe le indicó que leyera en voz alta. Todos se sorprendieron. Cuando le preguntaron por qué, respondió:

“Todo lo malo que nos podía pasar, ya nos ocurrió. Ahora esperamos que Di-s cumpla Su promesa: la de bendición y redención.”

Me parece una historia profundamente poderosa. Ese Rebe no perdió su fe después de haber presenciado el horror de la Shoá. Todo lo contrario: ahora era el momento de exigir a Di-s que cumpla con Su palabra.

La semana pasada comentamos el asesinato a sangre fría de una mujer embarazada. Esta semana nos llegó la noticia de una pareja que fue baleada en Washington.

No podemos seguir en silencio.Debemos elevar la voz. Gritar desde lo más profundo de nuestras entrañas:

“Todo lo malo ya lo vivimos. ¡Ahora, envíanos paz y redención! ¡Ya hemos sufrido demasiado!”

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy