Cuando Jacob sintió que estaba por morir, mandó a llamar a José. Jacob le instruyó que no lo enterrara en Egipto, temiendo que los egipcios conviertan su tumba en un objeto de idolatría dado que fue su bendición la que hizo que finalizaran los años de hambruna. En su lugar, Jacob le pidió a José que lo entierre en la parcela de sepultura familiar en Hebrón. Un tiempo después, cuando Jacob cayó enfermo, José tomó a sus dos hijos, Manasés y Efraín, y los llevó a Jacob para que reciban su bendición final. Jacob sorprendió a José al informarle que estaba haciendo a los dos hijos de José cabezas de dos tribus por sí mismas, en condición de igualdad con los propios hijos de Jacob.
La Recompensa de la Lealtad
וַיֹּאמֶר . . . אֶל יוֹסֵף רְאֹה פָנֶיךָ לֹא פִלָּלְתִּי וְהִנֵּה הֶרְאָה אֹתִי אֱלֹקִים גַּם אֶת זַרְעֶךָ: (בראשית מח:יא)
[Jacob] le dijo a José, “Ni pensaba ver tu rostro y resulta que Di-s también me hizo ver a tus hijos.”Genesis 48:11

Jacob insinuó el motivo por el que consideraba a Efraín y Manasés como sus propios hijos al referirse a ellos como “tus dos hijos que te nacieron en Egipto antes que yo viniera a ti.” A pesar de que Efraín y Manasés nacieron y fueron criados en Egipto antes de la llegada de Jacob, ellos crecieron leales a los ideales de su abuelo. Por lo tanto, Jacob los consideró tan leales a él y su ideales como lo fueron sus propios hijos.1