En sus bendiciones, Jacob compara a alguna de las tribus con animales salvajes (por ejemplo Judá a un león, Benjamín a un lobo) y a otras con animales domésticos (por ejemplo Isacar con un burro, José con un toro). Las tribus comparadas con animales salvajes se caracterizan por un amor apasionado a Di-s y un deseo de escaparse de la existencia material para apegarse a El. Las tribus comparadas con animales domésticos, cuya naturaleza es aceptar obedientemente el trabajo que se les da, se caracterizan por la sumisión a la tarea de revelar Divinidad dentro de la existencia material.
Jacob concluye bendiciendo a todas las tribus con las características únicas de cada tribu individual. Por lo tanto, a pesar de que cada tribu preserva su énfasis particular en la misión Divina del pueblo judío, también puede y debe incorporar los caminos de las otras tribus dentro de sí misma. Por lo tanto, todos encarnamos esas dos formas de relacionarnos con el mundo, tanto anhelando trascenderlo como trabajando para refinarlo.1
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