Es tradicional que cuando concluimos un libro de la Torá o el Talmud hagamos un Sium, una celebración señalando la exitosa conclusión de toda una sección de Torá. En tales ocasiones es costumbre que el estudiante/celebrante de una charla en la que conecta el comienzo del libro con el final, revelando así un hilo temático que corre a través de toda la obra.
La Perashá de esta semana, Vaieji, concluye el Libro del Génesis. ¿Qué conexión podemos encontrar entre el comienzo y el fin del primer libro de la Torá? La primera parte del libro nos narra la historia de la Creación mientras que el final trata del fallecimiento de Iaakov y los Hijos de Israel en Egipto.
¿Qué es la Creación? No sólo un Big Bang o un diseño inteligente, sino una expresión de un propósito más elevado y profundo. Los místicos enseñan que Di-s no estaba contento con tener ángeles en el cielo cantándole alabanzas. Quería seres terrenales, hombres y mujeres de carne y hueso con pasiones y temperamentos terrenales viviendo vidas físicas, que, sin embargo, fueran capaces de elevarse por encima del momento para experimentar el propósito espiritual de ello. Deseó seres humanos que estarían expuestos a todas las distracciones asociadas con su condición física —desde vacaciones en la playa hasta liquidaciones de diciembre —y aun seguir concentrados en lo espiritual.
Cuando dotamos a nuestras vidas materiales con valores espirituales, con un sentido de un propósito más elevado, es decir, destino y eternidad, entonces cumplimos con el plan original del Creador de traer el cielo a la tierra y construir un hogar para Di-s en el físico, a menudo insensible, mundo inferior.
Y ahí se encuentra la conexión del comienzo del Libro del Génesis con su final. Ser un buen judío en la Tierra Santa es una cosa. Permanecer santo y celestial en las gratificaciones físicas de Egipto, es otra. Egipto representa el epítome de la decadencia en ese tiempo. Que los Hijos de Israel fueran ahí y aun permanecieran fieles a la forma de vida Divina es traer el cielo a la tierra. Vivir una elevada vida moral en una sociedad moralmente degenerada es validar y justificar toda la idea de la creación y la decisión del Creador de hacer existir seres mortales dotados de la libertad de elección de cómo deben vivir sus vidas.
Quizás este sea el motivo por el cual Iaakov eligió bendecir a los hijos de José, Efraim y Menashé con las palabras "Por ustedes Israel bendecirá (a sus hijos), diciendo: Di-s los haga como Efraim y Menashé". En realidad, esta es la bendición tradicional que damos a nuestros hijos hasta este día, que ellos crezcan como Efraim y Menashé. ¿Por qué? ¿Por qué Iaakov prometió que para la posteridad los judíos bendecirían a sus hijos para que fueran como los hijos de José? ¿Por qué no que fueran como sus propios hijos, las doce tribus de Israel?
Una respuesta es que de todos los 70 hijos y nietos de Iaakov mencionados en la Torá, Efraim y Menashé fueron los únicos que nacieron en Egipto y vivieron ahí toda la vida. Iaakov sabía que en las generaciones venideras los judíos nuevamente peregrinarían a través de sus propios Egiptos y exilios. Comprendió que la historia judía estaba destinada a llenarse de hostilidad y desafíos. Por lo tanto, el modelo de conducta para los jóvenes judíos es necesario que sea el de personas como Efraim y Menashé, que nacieron y fueron criados en Egipto y sin embargo permanecieron fieles a las tradiciones de Iaakov; quienes formaron parte de la corte de Faraón y sin embargo vivieron vidas judías justas.
Los niños y jóvenes modernos necesitan héroes en los que fijarse para que puedan ser inspirados por su ejemplo. Los hijos de José pasaron por el engañoso campo de las intrigas del palacio egipcio mientras nunca olvidaron quienes eran realmente. Cuando niños millenials que fueron criados entre la abundancia sigan conectados espiritualmente con el camino celestial del Creador, entonces tendremos hecha esa morada para Di-s en los reinos más bajos para lo que fue creado el mundo en primer lugar.
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