Como su obra, el rabino Yitzchok Moully de Jabad Lubavitch, está absolutamente compuesto de muchas capas.

En una exposición reciente de su trabajo en una galería pequeña y bien iluminada en Lambertville, Nueva Jersey, Moully –quien tiene un grupo de seguidores de su arte y mantiene una red social– exhibe su kipá en rosado brillante, sus medias anaranjadas y su traje oscuro que resalta su corbata verde. Sus pinturas, igualmente, muestran un mar de colores entre los dueños de la galería ArtisZen Arts, quienes se acercaron al evento realizado en motzei shabat, a la salida del sábado.

«Yitzchok tiene un ojo fantástico para el color», sostiene David Goldberg, quien se describe como uno de los primeros fanáticos de Moully. «Capta momentos en sus lienzos».

Aunque acusa influencias de muchas fuentes, Moully, a quien se le conoce mejor como el director juvenil del Hogar Jabad de Basking Ridge, de Nueva Jersey, prefiere expresarse en tela de seda y utilizar objetos cotidianos que son característicos del arte pop estadounidense de los 60. El dueño de ArtisZen, Brian Hank, comparó la técnica de Moully con la de Andy Warhol; pero, con la salvedad de que mientras el artista icónico mostraba latas de sopa y cuadros de gente famosa, Moully recurre a las imágenes de la cultura jasídica: su trabajo está basado en dreidels de Janucá, copas de kidush, rabinos que rezan y bailes jasídicos.

Una de las piezas más impresionantes, Williamsburg, N.Y., muestra el famoso puente homónimo de Nueva York como un punto divisorio entre dos mundos de la comunidad de Brooklyn: la zona jasídica por una parte y, en la otra, la colonia artística.

«Me siento cómodo en ambos mundos –sostiene Moully–. Cuando voy a las galerías, me cargo de energía para pintar, para expresar mi mensaje. Luego voy a buscar un minyán para rezar y a una pizzería kasher para comer».

Este hombre de 29 años, fotógrafo de profesión y padre de tres niños, nunca fue a una academia; pero, ha pintado desde que tenía tres años. Utiliza sus propias fotografías digitales, que él mismo imprime a mano y las utiliza con dos capas a manera de fondo de sus trabajos. Hace dos años, comenzó a exhibir su trabajo en galerías y en centros comunitarios en Nueva Jersey, Nueva York y Pensilvania.

Los miembros de la comunidad a la que pertenece Moully fueron sus primeros clientes. Tras completar su primera obra, la llevó al artista local Marian Slepian. Esta quedó impresionada de inmediato.

Estaba «imbuida con toda la calidez y la alegría del jasidismo», afirmó Slepia, una de las personas presentes en ArtisZen. Además, su estilo de reproducción fotográfica hecha enteramente a mano «es tan nuevo que no se puede clasificar todavía. Es un nuevo mundo para mí».

El dueño de ArtisZen, Brian Hanck, está emocionado con el trabajo y cree que Moully tendrá tanto éxito entre los judíos como en la sociedad general. Sostiene que muchos clientes gentiles han comprado serigrafías del Árbol de la vida de Moully, que tiene un valor universal. «Me gusta pensar que estoy descubriendo al próximo seguidor de Warhol para la comunidad», explica Hanck. «La gente se conecta con el trabajo de Moully. Sonríen y miran con curiosidad su obra. Está utilizando la tradición de Warhol y la está haciendo suya».

De la Sabana Australiana a la Yeshiva de New York

Criado en una comuna en la sabana de Australia por una familia autodefinida como hippie, Moully disfrutó su estilo de vida alternativo en su infancia. Cuando su abuelo enfermó, la familia volvió a Melbourne, donde la madre de Moully asistió a los cursos de Jabad en la sinagoga local. Luego, inscribió a su hijo en una escuela de Jabad Lubavitch en la ciudad. El abuelo murió el mismo día que Moully fue a su primera clase.

El rabino artista ve la coincidencia de la muerte de su pariente directo como «un paso a la tradición judía». Cuando Moully tenía cinco años, la familia trató de irse a Israel para reafirmar la vuelta a su identidad redescubierta. En palabras de Moully, la mudanza fue un intento de «combinar dos pasiones: el amor a la naturaleza y al judaísmo».

Pararon en Nueva York durante el viaje y le escribieron al Rebe, rabí Menájem Méndel Scheneerson, de bendita memoria, pidiéndole consejo. El Rebe, dice Mouly, les aconsejó quedarse en Nueva York.

De niño, Moully asistió a la yeshivá local de Jabad Lubavitch, Ohalei Torah. Todos los años en su cumpleaños, asistió al farbrenguen del Rebe, o a los encuentros jasídicos, en la sinagoga de la sede central de Lubavitch. Cada shabat en la mañana, iba a desearle «gut shabes» al Rebe cuando éste salía a rezar». Después, se iba a jugar.

Tras cinco años en Nueva York, la familia Moully volvió a Melbourne. De adolescente Moully volvió a Estados Unidos, para estudiar en el Colegio Rabínico de América, una yeshivá de Jabad en Morristown, Nueva Jersey.

En sus pinturas, Moully trata de juntar el judaísmo y la vida moderna. Armoniza imágenes inconexas, como un pedazo de guefilte fish al lado de un sushi, un encendedor Zippo al lado de las velas de shabat, un martini cerca de una copa de kidush. Todas estas combinaciones aparecen en su más reciente trabajo titulado Kosher and Funky.

La dicotomía, no obstante, es sólo aparente. En verdad, dice Moully, lo físico y lo espiritual están profundamente entrelazados: «En esencia, ambos mundos no son tan disímiles. Nuestra meta es elevar el mundo físico e infundirle espiritualidad».

El trabajo de Yitzchok Moully se puede ver en www. chassidicpopart.com