Todos están de acuerdo con que aproximadamente a mediados del siglo xviii se inició en Europa oriental un movimiento que ejerció un impacto trascendental y –hasta diría– revolucionario en la práctica y el pensamiento judíos. Qué fue (y es) ese movimiento sigue siendo un tanto confuso. Pero eso es fácil de entender, ya que el movimiento mismo es por naturaleza bastante enigmático.
Tal vez la descripción más común del movimiento jasídico es encuadrarlo como una especie de revolución social. Hasta ese momento, en el mundo judío reinaba un orden jerárquico, los eruditos en la cima, el judío simple por debajo y los iletrados eran solamente judíos en términos nominales, pero no más que eso. La mayoría pensaba que el alma grande y la mente grande eran prácticamente la misma cosa. En ese momento, fue cuando llegó el Baal Shem Tov y elevó el estatus de las personas comunes celebrando el sincero fervor del judío simple y declarando que eso lo elevaba por encima del erudito frío, intelectual que muchas veces estaba perdidamente enamorado de sí mismo.
No hay duda de que hay algo de verdad en esta estampa. De hecho, distintas misivas de aquel período demuestran que la principal oposición a este movimiento giraba en torno a este punto: los eruditos sentían que su estatus estaba siendo cuestionado y que la gente común ya no le iba a rendir el debido respeto al erudito de la Torá. Sin embargo, esta definición está lejos de ser suficiente, porque el Baal Shem Tov y sus discípulos eran ellos mismos grandes eruditos que valoraban enormemente el estudio de la Torá, tanto en su aspecto legalista como en su aspecto esotérico. Algunas de las más grandes contribuciones a esa era de erudición halájica y talmúdica provienen, precisamente, de estas personalidades.
Otra descripción bastante común del jasidismo es que este movimiento les enseñó a los judíos a servir a Di-s con amor y con alegría más que con temor y temblor, cantando y bailando en vez de llorando y ayunando. El Baal Shem Tov pregonaba que lo que Di-s más ansía es que Lo sirvamos con todo el corazón, que amemos a Di-s, aunque no siempre comprendamos Su forma de conducirse, que amemos Su Torá, aunque apenas sepamos leer lo que dice y, por sobre todas las cosas, que nos amemos los unos a los otros, incluso, si ese "otro" no está a la altura de las expectativas de Di-s y de Su Torá y finalmente, que celebremos todo esto.
No obstante, si se lee fuera de contexto, esta descripción puede inducir a error porque los jasidim también eran famosos por la meticulosidad en cada uno de los detalles del ritual y de la práctica judíos; ya que para realizarlos, se extendían mucho más allá de lo que requiere la halajá, haciéndose eco de la sentencia talmúdica: "¿Quién es jasid? El que va más allá de la letra de la ley".
Hay otra narración más que describe el movimiento jasídico como el resultado de las enseñanzas esotéricas de Rabí Itzjak Luria, "el Arizal", el gran kabalista de Tzfat del siglo xvi, cuyas ideas capturaron la imaginación de gran parte del mundo erudito judío. Las enseñanzas de "el Arizal" proporcionaron una teología global de la práctica judía que al alma judía le resultaba mucho más cercana que las apologías de los filósofos. El Baal Shem Tov y sus discípulos estaban profundamente sumidos en dichas enseñanzas.
Sin embargo, todas estas explicaciones aún resultan insuficientes. Las enseñanzas de los maestros jasídicos no son exclusivamente esotéricas y kabalísticas. La Kabalá habla en términos abstractos, comprensibles solamente para las almas más elevadas. La jasidut también es capaz de hacer lo mismo, pero además, utiliza términos pragmáticos y realistas, se dirige al hombre común y a su mundo cotidiano.
Obviamente, el movimiento jasídico, que corporiza las enseñanzas del Baal Shem Tov, no es una conglomeración de ideas, sino un solo concepto simple que se pone de manifiesto en numerosas facetas. Esta idea es de una profundidad tal que frente a ella nos damos cuenta de que somos incapaces de repetirla directamente con palabras, pero tal vez, así como la convergencia de dos líneas forma un punto, utilizando un poco de metáforas y otro de explicaciones, podamos localizar el punto esencial de la jasidut.
La vida en su esencia
Comencemos con una metáfora de la psiquis humana, que también tiene muchas facetas. Una persona piensa, siente, habla, hace y, a menudo, todas estas acciones nos dan la impresión de ser dispares, como si provinieran de múltiples personalidades. Y en verdad así es, pues cada persona está compuesta de muchas fuerzas en conflicto que se enfrentan en su interior.
Aun así, oculto tras todo lo que hace una persona a lo largo de su vida, existe un tema en común, una fuerza de empuje hacia determinada dirección, una esencia luchando por surgir. Si uno encontrara esa esencia y la reconociera, toda la vida podría vivirse en armonía; uno podría recargarse, llenarse de vitalidad. Cada aspecto de la vida, los actos, las palabras, los pensamientos y las emociones brillarían con gran fulgor una vez que uno se pudiera conectar con esa esencia, infinita reserva de energía, que nos permitirá armonizar todos los otros aspectos de la psiquis.
Lo mismo ocurre con el pueblo judío, un pueblo que posee la mayor diversidad imaginable, tanto en temperamentos como en sentimientos y, por sobre todo, en opiniones. Y aun así, todos juntos conformamos un solo pueblo, como un solo cuerpo, con una sola esencia respirando adentro.
La Torá también tiene muchos estratos y muchas facetas. Están las historias de la Biblia escrita, las leyes y los rituales prescriptos en ella, están las interpretaciones homiléticas de los sabios, están los significados más profundos, los significados esotéricos que solamente los iniciados conocen y, aun así, todo esto es una sola Torá, singular y unida.
Existe una tradición que le confiere significación al apodo del Baal Shem Tov, porque no sé si sabrán que el Baal Shem Tov no nació con ese nombre –que significa simplemente "El Dueño del Buen Nombre"– y que era un título común para los obradores de milagros de aquellos días. En realidad, él se llamaba Israel, hijo de Eliezer y Sara. Nosotros también somos Israel, cada uno de nosotros, en nuestra más íntima esencia somos Israel. Cuando una persona cae en un estado de coma, la tradición nos dice que podemos susurrarle su nombre en el oído para despertarla. ¿Por qué? Porque el nombre de la persona toca su esencia, y la esencia siempre está despierta. Cuando Rabí Israel Baal Shem Tov entró en escena, era hora de que el pueblo judío se despertara. Las enseñanzas de Israel Baal Shem Tov fueron la forma en que Di-s le susurró al pueblo judío su nombre.
Para decirlo con otras palabras, cuando se nos dio el regalo de la Torá en el Monte Sinaí, se nos entregó una enorme mochila para que la lleváramos en nuestra travesía por la historia. Con el paso de los siglos, hicimos precisamente eso y descubrimos dentro de la Torá toda la guía y todos los recursos que necesitábamos para nuestras muchas estadías; pero llegó una época en la que el viaje se volvió demasiado tedioso, una época en la que parecía que la Torá nos derribaba en vez de transportarnos.
Fue una época en la que estuvimos a punto de quebrarnos. Fue la época en que los violentos saqueos de la revuelta de los cosacos transformado radicalmente la vida de los principales asentamientos judíos. Los judíos de Europa occidental ya habían empezado a asimilarse, y los vientos de la secularización soplaban en dirección al Este. Era solamente cuestión de tiempo antes de que la práctica y la creencia judías se enfrentaran cara a cara con su desafío más inexorable: el mundo escéptico, librepensador y socialmente móvil de la modernidad.
Llegó un momento en el que tuvimos que recurrir al núcleo esencialEn ese momento, necesitábamos no solo una estrategia más, no solo que nos fuera revelado un nuevo secreto de la Torá. Lo que necesitábamos era una carga de luz proveniente del núcleo mismo de ella. Nuestras almas tenían que hacer contacto con el alma misma de la Torá que transportábamos y, al fin, tenían que unirse a ella.
El lazo
Esto explica lo que yo llamaría la "rúbrica" de las enseñanzas jasídicas. Si se trata de una enseñanza auténtica y si fue presentada en forma lúcida, entonces resuena como ninguna otra enseñanza puede resonar. Uno la absorbe no como una "tradición recibida", sino como cuando escucha la canción dentro de su propia alma. A través de la jasidut, la Torá y el judío ya no son dos entes separados en los que uno instruye y el otro recibe instrucción, uno da órdenes y el otro las recibe. La jasidut es vida y, así como el cuerpo y el alma se fusionan transformándose en uno solo, así también el judío se une con estas enseñanzas como si fueran su propia alma y es transportado por ellas a través de los desafíos más poderosos, igual que un alma infatigable lleva al cuerpo a través del fuego y del hielo.
Hay que tener en cuenta, también, un detalle significativo de la vida del Baal Shem Tov: nació el 18 del último mes del año, el mes de Elul. Elul es el mes en el que el alma judía comienza a resplandecer, en preparación de los "Días terribles", que llegan al comienzo del año siguiente. En la numerología judía, el dieciocho simboliza la vida.
Luz desde el futuro
Existe otra razón más por la cual las enseñanzas de la jasidut tuvieron que revelarse en aquella época.
Según nos cuenta el Talmud, la historia de nuestro mundo tiene seis milenios, que corresponden a los seis días de la Creación. El séptimo día trasciende el tiempo y tiene que ir precedido de los días del Mashíaj, en que "el mundo se llenará del conocimiento de Di-s igual que el agua cubre el lecho marino".
El Baal Shem Tov se trasladó a Mezibuz donde comenzó a difundir sus enseñanzas en el año 1740. En el calendario judío, ese es el año 5500. Si alineamos los milenios con los días de la Creación, ese año correspondería al mediodía, víspera de Shabat. En ese momento, la luz de Mashíaj ya había empezado a brillar.
La luz del Mashíaj empezó a brillar en el último cuarto del sexto milenioHoy en día, las enseñanzas del jasidut penetraron en forma fundamental en la mayoría del pensamiento judío religioso. No hay ni un solo pensador religioso que desde esa época no haya sido profundamente influenciado por dichas enseñanzas. En Jabad.com tratamos de presentar estas enseñanzas tanto en la forma en que fueron impartidas por los maestros originales como en el lenguaje apropiado para la mente contemporánea. La unión, el acto de vivirlas, la aplicación a la vida real, eso se lo dejamos a ustedes.
"En Rosh Hashaná del año 5507 (1747)", escribió el Baal Shem Tov en una carta a su cuñado, "Me elevé más y más alto… hasta que entré en la cámara del Mashíaj y le pregunté: ¿Cuándo, maestro, cuándo va a venir?".
Y él respondió: "En la época en que tus enseñanzas se hagan públicas y se revelen al mundo y tus fuentes estallen y lleguen hasta los confines más remotos".
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