En la noche de la alegre festividad de Sheminí Atzeret, en el año judaico de 5738 (4 de octubre de 1977), mientras celebraba con miles de sus jasidim en la sinagoga, el Rebe sufrió un ataque masivo al corazón. Después de este episodio, fue confinado a su oficina y solo cinco semanas más tarde, en el primer día del mes de Kislev, regresó a su casa. Esta fecha, fue designada por los jasidim como un día de celebración y agradecimiento.

Los doctores habían alertado al Rebe que si continuaba con su vigorosa rutina diaria había un sesenta por ciento de probabilidades de repetir el cuadro cardíaco, pero el Rebe los escuchó y puso al mensaje una connotación positiva; para él, los doctores habían dicho que había un cuarenta por ciento de probabilidades de que no había nada de qué preocuparse.

Dos años antes, en el verano de 1976, un grupo de veteranos soldados israelíes discapacitados, que estaba de visita en los Estados Unidos en un programa patrocinado por el Ministerio de Defensa israelí, vino a ver al Rebe. Diez grandes furgonetas comerciales transportaron las sillas de ruedas desde el hotel en Nueva York hasta la sinagoga del Rebe en Eastern Parkway 770, Brooklyn.

Durante varios minutos, el Rebe caminó entre ellos, les dio la mano, les sonrió y entabló con ellos una conversación ligera. Luego, se dirigió a ellos y les pidió disculpas por su acentuado hebreo.

"Si una persona ha sido privada de un miembro o de una facultad", dijo, "esto mismo indica que Di-s le ha dado poderes especiales para superar las limitaciones que esto implica y sobrepasar los logros de la gente común. No son discapacitados o inválidos, sino que son especiales y únicos, ya que poseen potenciales que el resto de nosotros no tiene. Por lo tanto, sugiero que no sean más llamados "discapacitados" sino "especiales", que describe más adecuadamente lo que es único en ustedes.

En 1976, los beneficios de este enfoque aún no se habían difundido ampliamente, y la nomenclatura oficial para personas con dificultades, incluso entre doctores y terapeutas, todavía era expresada en términos negativos. Sin duda, el Rebe estaba aplicando un dictamen jasídico de generaciones: "Piensa positivo y será positivo".

De hecho, la postura que el Rebe mostró a los hombres que habían perdido sus extremidades en la defensa de su pueblo fue cálida, alegre y optimista. Varios de ellos, un tiempo después, dijeron que esa había sido la primera vez desde su lesión que se encontraron con alguien con una actitud tan natural, en lugar de la habitual mirada de lástima, culpa o impresión. Sin embargo, cuando el Rebe regresó a su cuarto, su secretario personal vio cuán afectado estaba por el encuentro. "Demoró una semana –contó el secretario– hasta que el Rebe se hubo recuperado de tal experiencia".